La autonomía del conocimiento
Se
deriva de la convicción de que algunas creencias no requieren explicación, o no
necesitan de una explicación causal. Este sentimiento es particularmente fuerte
cuando las creencias en cuestión se toman como verdaderas, racionales,
científicas u objetivas.
Cuando alguien yerra en su razonamiento,
entonces la misma lógica nos constituye una explicación. Tal vez el
razonamiento sea demasiado difícil para la inteligencia limitada del que razona,
tal vez se haya despistado, o esté demasiado involucrado emocionalmente en el
tema de discusión. Así, Ryle dice “dejemos que el psicólogo nos diga por qué
nos engañamos; pero nosotros podemos decirnos mismos y a él por qué no nos
estamos engañando”. No hay nada que provoque que la gente haga cosas correctas,
pero que hay algo que provoca o causa que se equivoquen.
Todas
dividen al comportamiento o la creencia en dos tipos: correcto o equivocado,
verdadero o falso, racional o irracional. No se requiere habilidad alguna en
sociología o psicología: solamente habilidad en la actividad intelectual misma.
En
la teoría de Lakatos sobre cómo debatía escribirse la historia de la ciencia se
proponía como primer requisito previo elegir una filosofía o metodología de la
ciencia; descripciones de lo que la ciencia debería ser y de cuáles son los
pasos racionales dentro de ella. La filosofía de la ciencia elegida se
convierte en el arco del cual depende todo el trabajo subsiguiente de
explicación Guiados por esta filosofía, debatía ser posible desplegar la
ciencia como un proceso que ejemplifica sus principios y se desarrolla de
acuerdo a sus enseñanzas. Se muestra que la ciencia es racional a la luz de
dicha filosofía. Lakatos la llama “reconstrucción racional” o “historia
interna”.
Lakatos
insiste en que la historia interna necesita complementarse siempre con una
“historia externa”, Ésta se ocupa del residuo irracional. Se trata de una
cuestión que el historiador filosófico pondrá en manos del “historiador externo”
o del sociólogo.
Los
puntos que se deben destacar de este enfoque son:
1.
Que la historia
interna es autosuficiente y autónoma: mostrar el carácter racional de un
desarrollo científico es suficiente explicación en sí misma de por qué los
hechos tuvieron lugar.
2.
Las
reconstrucciones racionales no sólo son autónomas, sino que también tienen una
prioridad importante sobre la historia externa o la sociología; cierran la
brecha entre la racionalidad y la realidad, tarea que no queda definida hasta
que la historia interna haya cumplido la suya.
Lakatos
responde a la pregunta de cómo decidir qué filosofía debe dictar los problemas
de la historia externa o de la sociología. La mejor filosofía de la ciencia
para él, es la que minimiza su papel. Se deberá medir por la cantidad de
historia real que pueda mostrarse como racional. Siempre habrá algunos
acontecimientos irracionales en la ciencia que ninguna filosofía será capaz de
(o estar dispuesta a) redimir y menciona, como ejemplos, ciertos episodios
molestos de la intervención estalinista en la ciencia, como el asunto Lysenko
en biología.
No
importa cómo se elijan los principios centrales de racionalidad, o cómo puedan
cambiar, la clave está en que, una vez elegidos, los aspectos racionales de la
ciencia se sostienen como auto-impulsados y autoexplicativos. Las explicaciones
empíricas o sociológicas se confinan a lo irracional. La teoría que subyace
tácitamente a estas ideas es una visión teleológica, o encaminada a metas, del
conocimiento y de la racionalidad.
Somos
animales racionales que razonamos conectamente y nos aferramos a la verdad en
cuanto se nos pone a la vista. Las creencias que son claramente verdaderas no
requieren entonces ningún comentario especial; su verdad basta para explicar
por qué se cree en ellas. Por otro lado, este progreso auto-impulsado hacia la
verdad puede ser obstaculizado o desviado, y en ese caso se deben localizar
causas naturales; éstas darán cuenta de la ignorancia, el error, el
razonamiento confuso y cualquier impedimento al progreso científico.
Aquí, las causas sociales se equiparan con
factores “extrateóricos”. El comportamiento orientado según la lógica interna
de una teoría funciona como la línea de división que permite localizar aquellas
cosas que sí requieren una explicación. Según Ryle y Lakatos: “cuando hacemos
lo que es lógico y procedemos correctamente, no se necesita decir nada más”. Lo
que es natural es proceder correctamente, es decir, orientados hacia la verdad,
probablemente aquí también actúa el modelo teleológico.
¿Cómo
se relaciona este modelo de conocimiento con los principios del programa
fuerte? Sólo se pueden localizar las causas del error. La sociología del
conocimiento queda reducida a una sociología del error. Si el modelo
teleológico es verdadero, entonces el programa fuerte es falso. Los modelos
causales y teleológicos representan, por tanto, alternativas programáticas que
se excluyen entre sí; se trata de posiciones metafísicas opuestas. Todo lo que
se puede hacer es verificar la consistencia interna de las diferentes teorías y
luego ver qué sucede cuando la investigación y la teorización prácticas se
basan en ellas. Si es posible decidir su verdad, sólo se podrá hacer después de
que se hayan adoptado y usado, no antes. La sociología del conocimiento no está
obligada a eliminar una posición rival; sólo tiene que tomar distancias,
rechazarla y asegurarse de que su propia “casa” está en orden (lógico).
Estas
objeciones al programa fuerte no se basan, pues, en la naturaleza intrínseca
del conocimiento visto desde la posición del modelo teleológico. Sólo si el
modelo reclama toda nuestra atención nos atarían sus correspondientes patrones
de explicación, pero su mera existencia no le otorgan la fuerza de una prueba.
El
modelo teleológico es perfectamente consistente y tal vez no haya razones
lógicas por las cuales alguien deba preferir el enfoque causal a la posición
orientada conforme a fines. Los procesos causales se presentarán de modo que
los errores percibidos queden en un segundo plano y, en cambio, resalten la
forma de la verdad y de la racionalidad. La naturaleza adoptará entonces una
significación moral, apoyando y encarnando lo verdadero y los correcto.
Aquellos que tienden a ofrecer explicaciones asimétricas tendrán así todas las
oportunidades de presentar como natural lo que dan por supuesto. Se trata de
una receta ideal para apartar a vista de nuestra propia sociedad, de nuestros
valores y creencias y atender sólo a las desviaciones.
El
programa fuerte hace exactamente lo mismo en ciertos aspectos. Se basa,
asimismo en valores. Insiste en otorgar a la naturaleza un cierto papel con
respecto a la moralidad, aun cuando sea un papel negativo, lo que quiere decir
que también presenta como natural lo que da por supuesto.
El
programa fuerte posee cierto tipo de neutralidad moral; el mismo tipo de hemos
aprendido a asociar con las demás ciencias; se impone a sí mismo la necesidad
de mismo tipo de generalidad que las demás ciencias. Sería una traición a estos
valores, al enfoque de la ciencia empírica, elegir adoptar la posición
teleológica. Se trata de que estos puntos pongan en manifiesto las
ramificaciones de nuestra elección y expongan aquellos valores que habrán de
informar nuestro modo de enfocar el conocimiento. La sociología del
conocimiento ya puede actuar, si lo desea, sin estorbos ni obstáculos.
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