Experiencia sensorial, materialismo y verdad
Se
discutirá la relación entre las componentes empíricas y sociales del
conocimiento. Se destacará las aportaciones que el empirismo ha hecho a la
sociología del conocimiento; sus insuficiencias como sus virtudes. Para el
sociólogo de la ciencia la cuestión se centra en la fiabilidad de las
percepciones sensoriales y a la manera de analizar correctamente los casos de
percepción errónea en la ciencia. Y lo hace porque ofrece un tentador camino de
acercamiento al modo en que actúan los factores sociales en la ciencia. Se
arriesgan a no dar cuenta del carácter fiable y reproducible de los fundamentos
empíricos de la ciencia. Cumplen un papel de protección frente las percepciones
erróneas, las identifican, las exponen y las corrigen. Su investigación se verá
confinada en una sociología del error y no atenderá al conocimiento en general.
La fiabilidad de la experiencia
sensorial
Los
psicólogos, los historiadores y los sociólogos han suministrado ejemplos
fascinantes de interacción entre procesos sociales y percepciones, o entre
percepciones y recuerdos. Donde algunos observadores no ven nada, o no detectan
el menor orden ni concierto, otros perciben algo que se ajustaba a lo que
esperaban.
Como
muchos de estos casos (mirar página 62) se refieren a científicos que no ven
cosas que contradicen sus teorías, uno de los enfoques que se han ensayado
consiste en asimilarlos al fenómeno de “resistencia al descubrimiento
científico”. Estos casos incluyen resistencias a ideas, teorías y enfoques
nuevos; resistencia a técnicas no habituales, como el uso de las matemáticas en
biología, así como resistencia a ciertas interpretaciones que pudieran darse de
la experiencia sensorial.
Como
dice Barber, que el científico “había sido cegado por sus ideas científicas
preconcebidas”. Es la interpretación teórica general de Barber que aduce que
las violaciones de la norma de apertura mental son muy frecuentes en la ciencia
y que se deben a causas bien precisas, como los requisitos teóricos y
metodológicos, la alta posición profesional, la especialización, etc. Hay
aspectos de la ciencia que son valiosos y eficaces para ciertas cosas pero que
se muestran muy perjudiciales para otras.
Esto
sugiere que son los propios procesos que favorecen la investigación los que
provocan, como consecuencia directa, cierta cantidad de percepciones erróneas.
El análisis de Barber dice que las percepciones erróneas son un fenómeno
patológico y que hay que entenderlo ene términos de enfermedad para poder
tratarlo y suprimirlo. ¿es posible que la percepción errónea sea una
consecuencia natural de un rasgo eficaz y saludable de la ciencia y, a la vez,
se quiera erradicar? Seguramente no, Barber debe haber razonado con la misma
lógica que empleó Durkheim en su libro Las
reglas del método sociológico para analizar el crimen. Intentar suprimir el
crimen supondría sofocar aquellas valiosas fuerzas que dan origen a la
diversidad y a la individualidad en la sociedad. La cuestión no es si debe
haber crímenes o no, sino cuáles. Los crímenes son inevitables, caso constantes
y necesarios. Podrá ser deplorable, pero aspirar a reducirlos sin límite es no
entender nada de cómo funciona la sociedad. Otro tanto puede decirse de las
percepciones erróneas.
Esta
concepción es del todo consistente con la literatura psicológica sobre las que
se llaman “tareas de detección de señales”, consistentes en detectar na señal
sobre un fondo de ruido, por ejemplo, un leve punto sobre una pantalla de radar
borrosa. El que los sujetos perciban realmente una señal depende de si saben
que es importante no ignorar ninguna o si más bien piensan que lo que es vital
es no dar nunca una falsa alarma. La variación de estos parámetros produce
distintos patrones de percepción y de percepción errónea. Lo interesante es que
los intentos de hacer disminuir las falsas alarmas conducen inevitablemente a
que se ignoren señales, y que los intentos de que no se omita ninguna señal dan
lugar a falsas alarmas. Los distintos modos de percepción errónea que están en
función de la matriz social de consecuencias y significados en cuyo contexto
tienen lugar la percepción.
Las
percepciones erróneas son, pues, inevitables, caso constantes, y no pueden ser
reducidas ilimitadamente. Están en profunda conexión con la organización
socio-psicológica de la actividad científica y proporcionan un precioso
indicador sobre ella, así como una herramienta de investigación muy útil, pues
pueden usarse para detectar la influencia de factores como los compromisos, la
orientación del interés o las diferencias en los enfoques teóricos.
Aunque
Barber habla en ocasiones de científicos cegados por sus ideas preconcebidas,
en otras lo hace en términos de fallos de memoria. Algunas precisiones (ver
página 66) no son tan pedantes como pudiera parecer. Significan que toda
crítica de la percepción que descanse en ejemplos de esto tipo es equívoca y
simplista. La percepción sensorial es fiable sin dejar de reconocer que la
memoria puede fallarnos. Cualquier procedimiento experimental que descanse en
los frágiles registros de la memoria, cuando haya evidencia directa disponible
es dudoso.
Todo
el interés de los protocolos experimentales correctos del uso de instrumentos y
grupos de control, se centra en evitar poner al observador en situación de
tener que hacer discriminaciones difíciles o juicios instantáneos. Todos estos
registros deben efectuarse en el mismo momento en que se hacen y no
retrospectivamente; una muestra debe someterse a control de manera que no
intervenga la memoria; y otras precauciones por el estilo. Dadas unas
condiciones de observación normalizadas y si se respetan las consabidas
precauciones que forman parte del saber acumulado por la técnica científica,
entonces es seguro que el testimonio de los sentidos será el mismo para todos y
no dependerá de teorías no de compromisos. Cuando un procedimiento experimental
no produce resultados uniformes, o parece producir resultados diferentes para
diferentes observadores, es que el protocolo o diseño no era bueno o que el experimento
estaba mal concebido o no era fiable.
El
proceso de detección se encontraba en el límite de la sensación y cuando la
relación señal/ruido es tan desfavorable ocurre que la experiencia subjetiva
está a merced de las expectativas y esperanzas.
Los
sociólogos pueden meterse en un callejón sin salida si se dedican a acumular
casos como el de Blondlot (página 87 y 68) y centran en ellos su visión de la
ciencia. Podrían estar menospreciando la fiabilidad y replicabilidad de su base
empírica; sería como limitarse a considerar el principio de la historia de
Blondlot y olvidar cómo y porqué terminó. Un poco de sentido común empirista
nos hizo recordar entonces que la ciencia tiene sus normas de procedimiento
para llevar a cabo buenos experimentos y que muchos casos de supuesta falta de
fiabilidad de la percepción sensorial no se debían sino a apresurados atajos y
ligerezas a la hora de tomar las debidas precauciones. Es imposible evitar que
se dé toda una corriente permanente de percepciones erróneas en los márgenes de
la actividad científica. La ciencia tiene unas fronteras, y a lo largo de ellas
siempre habrá acontecimientos y procesos que reciban una atención parcial y
fluctuante. Acontecimientos que más tarde lleguen a verse como significativos,
hayan pasado antes desapercibidos o se hayan descartado.
Lo
que enseñan estos estudios de caso (página 69) no es que la percepción sea poco
digna de confianza o que esté en función de nuestros deseos, sino cuán
apremiante es la ciencia en su exigencia de que se sigan sus procedimientos
normalizados, Estos procedimientos declaran que una experiencia sólo es
admisible en la medida en que sea reproductible, pública e impersonal. La
ciencia no ha sido siempre hostil a esas formas de conocimiento.
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