viernes, 5 de julio de 2013

Conocimiento e imaginario social - David Bloor Parte V


Experiencia sensorial, materialismo y verdad

Se discutirá la relación entre las componentes empíricas y sociales del conocimiento. Se destacará las aportaciones que el empirismo ha hecho a la sociología del conocimiento; sus insuficiencias como sus virtudes. Para el sociólogo de la ciencia la cuestión se centra en la fiabilidad de las percepciones sensoriales y a la manera de analizar correctamente los casos de percepción errónea en la ciencia. Y lo hace porque ofrece un tentador camino de acercamiento al modo en que actúan los factores sociales en la ciencia. Se arriesgan a no dar cuenta del carácter fiable y reproducible de los fundamentos empíricos de la ciencia. Cumplen un papel de protección frente las percepciones erróneas, las identifican, las exponen y las corrigen. Su investigación se verá confinada en una sociología del error y no atenderá al conocimiento en general.

La fiabilidad de la experiencia sensorial

Los psicólogos, los historiadores y los sociólogos han suministrado ejemplos fascinantes de interacción entre procesos sociales y percepciones, o entre percepciones y recuerdos. Donde algunos observadores no ven nada, o no detectan el menor orden ni concierto, otros perciben algo que se ajustaba a lo que esperaban.

Como muchos de estos casos (mirar página 62) se refieren a científicos que no ven cosas que contradicen sus teorías, uno de los enfoques que se han ensayado consiste en asimilarlos al fenómeno de “resistencia al descubrimiento científico”. Estos casos incluyen resistencias a ideas, teorías y enfoques nuevos; resistencia a técnicas no habituales, como el uso de las matemáticas en biología, así como resistencia a ciertas interpretaciones que pudieran darse de la experiencia sensorial.

Como dice Barber, que el científico “había sido cegado por sus ideas científicas preconcebidas”. Es la interpretación teórica general de Barber que aduce que las violaciones de la norma de apertura mental son muy frecuentes en la ciencia y que se deben a causas bien precisas, como los requisitos teóricos y metodológicos, la alta posición profesional, la especialización, etc. Hay aspectos de la ciencia que son valiosos y eficaces para ciertas cosas pero que se muestran muy perjudiciales para otras.

Esto sugiere que son los propios procesos que favorecen la investigación los que provocan, como consecuencia directa, cierta cantidad de percepciones erróneas. El análisis de Barber dice que las percepciones erróneas son un fenómeno patológico y que hay que entenderlo ene términos de enfermedad para poder tratarlo y suprimirlo. ¿es posible que la percepción errónea sea una consecuencia natural de un rasgo eficaz y saludable de la ciencia y, a la vez, se quiera erradicar? Seguramente no, Barber debe haber razonado con la misma lógica que empleó Durkheim en su libro Las reglas del método sociológico para analizar el crimen. Intentar suprimir el crimen supondría sofocar aquellas valiosas fuerzas que dan origen a la diversidad y a la individualidad en la sociedad. La cuestión no es si debe haber crímenes o no, sino cuáles. Los crímenes son inevitables, caso constantes y necesarios. Podrá ser deplorable, pero aspirar a reducirlos sin límite es no entender nada de cómo funciona la sociedad. Otro tanto puede decirse de las percepciones erróneas.

Esta concepción es del todo consistente con la literatura psicológica sobre las que se llaman “tareas de detección de señales”, consistentes en detectar na señal sobre un fondo de ruido, por ejemplo, un leve punto sobre una pantalla de radar borrosa. El que los sujetos perciban realmente una señal depende de si saben que es importante no ignorar ninguna o si más bien piensan que lo que es vital es no dar nunca una falsa alarma. La variación de estos parámetros produce distintos patrones de percepción y de percepción errónea. Lo interesante es que los intentos de hacer disminuir las falsas alarmas conducen inevitablemente a que se ignoren señales, y que los intentos de que no se omita ninguna señal dan lugar a falsas alarmas. Los distintos modos de percepción errónea que están en función de la matriz social de consecuencias y significados en cuyo contexto tienen lugar la percepción.

Las percepciones erróneas son, pues, inevitables, caso constantes, y no pueden ser reducidas ilimitadamente. Están en profunda conexión con la organización socio-psicológica de la actividad científica y proporcionan un precioso indicador sobre ella, así como una herramienta de investigación muy útil, pues pueden usarse para detectar la influencia de factores como los compromisos, la orientación del interés o las diferencias en los enfoques teóricos.

Aunque Barber habla en ocasiones de científicos cegados por sus ideas preconcebidas, en otras lo hace en términos de fallos de memoria. Algunas precisiones (ver página 66) no son tan pedantes como pudiera parecer. Significan que toda crítica de la percepción que descanse en ejemplos de esto tipo es equívoca y simplista. La percepción sensorial es fiable sin dejar de reconocer que la memoria puede fallarnos. Cualquier procedimiento experimental que descanse en los frágiles registros de la memoria, cuando haya evidencia directa disponible es dudoso.

Todo el interés de los protocolos experimentales correctos del uso de instrumentos y grupos de control, se centra en evitar poner al observador en situación de tener que hacer discriminaciones difíciles o juicios instantáneos. Todos estos registros deben efectuarse en el mismo momento en que se hacen y no retrospectivamente; una muestra debe someterse a control de manera que no intervenga la memoria; y otras precauciones por el estilo. Dadas unas condiciones de observación normalizadas y si se respetan las consabidas precauciones que forman parte del saber acumulado por la técnica científica, entonces es seguro que el testimonio de los sentidos será el mismo para todos y no dependerá de teorías no de compromisos. Cuando un procedimiento experimental no produce resultados uniformes, o parece producir resultados diferentes para diferentes observadores, es que el protocolo o diseño no era bueno o que el experimento estaba mal concebido o no era fiable.
El proceso de detección se encontraba en el límite de la sensación y cuando la relación señal/ruido es tan desfavorable ocurre que la experiencia subjetiva está a merced de las expectativas y esperanzas.

Los sociólogos pueden meterse en un callejón sin salida si se dedican a acumular casos como el de Blondlot (página 87 y 68) y centran en ellos su visión de la ciencia. Podrían estar menospreciando la fiabilidad y replicabilidad de su base empírica; sería como limitarse a considerar el principio de la historia de Blondlot y olvidar cómo y porqué terminó. Un poco de sentido común empirista nos hizo recordar entonces que la ciencia tiene sus normas de procedimiento para llevar a cabo buenos experimentos y que muchos casos de supuesta falta de fiabilidad de la percepción sensorial no se debían sino a apresurados atajos y ligerezas a la hora de tomar las debidas precauciones. Es imposible evitar que se dé toda una corriente permanente de percepciones erróneas en los márgenes de la actividad científica. La ciencia tiene unas fronteras, y a lo largo de ellas siempre habrá acontecimientos y procesos que reciban una atención parcial y fluctuante. Acontecimientos que más tarde lleguen a verse como significativos, hayan pasado antes desapercibidos o se hayan descartado.

Lo que enseñan estos estudios de caso (página 69) no es que la percepción sea poco digna de confianza o que esté en función de nuestros deseos, sino cuán apremiante es la ciencia en su exigencia de que se sigan sus procedimientos normalizados, Estos procedimientos declaran que una experiencia sólo es admisible en la medida en que sea reproductible, pública e impersonal. La ciencia no ha sido siempre hostil a esas formas de conocimiento.

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