Capítulo 14
Habermas (2)
Jurgen Habermas |
La
teoría de ideología de Habermas la presenta como una crítica de la ideología.
Al establecer el carácter distintivo de las ciencias sociales críticas.
Habermas pasa de una división bipartita (ciencias instrumentales y ciencias
prácticas) a una división tripartita en ciencias instrumentales, ciencias
históricas hermenéuticas y ciencias sociales críticas. Esta división de
Habermas tocante a los intereses constitutivos del conocimiento y a sus
ciencias correspondientes es un elemento central de la réplica a Gadamer, quien
sustenta una división bipartita. El centro del interés de Habermas es la
sociología del conocimiento. Cuando él se desplaza de una sociología del
conocimiento a una epistemología, a discrepancia de marcos de referencia puede
ser el motivo del cambio a aceptar la caracterización tripartita de Apel.
Habermas
acusa a Husserl de cometer el pecado platónico porque continúa fascinado por el
hechizo de la teoría. Habermas también trata el positivismo como un heredero de
esta ilusión teórica, de manera que la pugna entre Husserl y el positivismo
carece de sentido. El momento crítico de la praxis es seguramente un momento
teórico; la capacidad del distanciamiento es siempre una parte de la teoría.
Lo
interesante del apéndice está en la quinta sección, donde encontramos dos ideas
principales:
1.
Es la de que un
interés, que es un concepto antropológico, es al mismo tiempo un concepto
trascendental en el sentido kantiano del término. Un concepto trascendental es
a condición de posibilidad de cierto tipo de experiencia. Cada interés rige
pues cierto dominio de experiencia y suministra a ese dominio sus categorías
principales. Este concepto permite un principio de clasificación y también de
las principales reglas de una ciencia dada. Un determinado tipo de creencia
corresponde a un interés alimenta las expectaciones en lo tocante a lo que
puede aceptarse, identificarse y reconocerse en un campo dado.
2.
La segunda idea
delimita esta relación al hincar que hay tres intereses que gobiernan tres
tipos de ciencias. El primer interés; el instrumental. Habermas establece una
equivalencia entre lo instrumental técnico y aquello que puede ponerse bajo
control en virtud del conocimiento empírico. El elemento posmarxista de
Habermas está en la identificación de la objetivación con la idea de control y
manipulación. Para Habermas la ideología moderna puede definirse como la
reducción de todos los otros intereses a este interés. La afirmación de que las
jerarquías de intereses y ciencias quedaron reducidas solamente a una
dimensión. Cuando un interés cognitivo reemplaza y gobierna un interés
comunicativo, nace la situación de la ideología moderna en la cual la ciencia y
la técnica funcionan ideológicamente, porque justifican la reducción del ser humano
a esta figura unidimensional.
El segundo interés se llama interés histórico
hermenéutico y también éste tiene implicaciones metodológicas. Cada interés es
trascendental, es decir, representa un espacio para un tipo particular de
validación. No validamos todas las enunciaciones de la misma manera; la clase
de validación a que recurrimos depende de la naturaleza de nuestro interés. No
deseamos verificar o refutar proposiciones históricas, en cambio las validamos
por su capacidad de ampliar nuestra comunicación. A validación histórica
hermenéutica se centra en la posibilidad de construir un relato de nuestra
propia vida. De manera que el concepto de un texto es decisivo y la regla de la
hermenéutica incumbe a ese texto.
La tercera clase de interés que se encuentra en las
ciencias sociales críticas no es hermenéutico. Habermas distingue ciencias
sociales sistemáticas y ciencias sociales críticas; no todas las ciencias
sociales son críticas. Una ciencia social crítica no se contenta con producir
conocimientos nomológicos. La tarea de las ciencias sociales críticas consiste,
pues, en trazar una línea entre casos en que las enunciaciones teóricas
aprehenden la verdadera situación humana y casos en que las leyes desarrolladas
describen, en realidad, la situación de reificación. Según Habermas, las
ciencias sociales más corrientes son incapaces de diferencias lo que es
realmente humano en lo que ellas describen y lo que ya está deificado y, por
tanto, tiene la apariencia de una cosa. En este punto las ciencias sociales son
ambiguas porque abarcan dos elementos que ellas no distinguen: lo que pertenece
a las posibilidades fundamentales de la comunicación, de la simbolización, de
la institucionalización, etc., y lo que ya está deificado que se manifiesta
como una cosa. La crítica de la ideología asumen un papel central porque su
función consiste en distinguir estas dos clases de hechos.
La
crítica es un proceso de comprensión que progresa por medio de un rodeo
representado por un proceso de explicación científica. Este rodeo comprende la
explicación no sólo de lo que se ha reprimido sino también el sistema de
deformación. La ciencia social crítica no puede considerarse como una extensión
de la hermenéutica. Según Habermas, la hermenéutica trata de ampliar la
espontánea capacidad de comunicación sin tener que desmantelar un sistema de
deformación. La hermenéutica se interesa sólo por los errores locales,
equívocos, malentendidos, no por la deformación de la comprensión. En el caso
de la hermenéutica el modelo es:
·
En la biografía
comprendemos la continuidad de una vida sobre la base de la comprensión de sí
misma y de la comprensión directa de otros, sin ahondar debajo de las
apariencias.
·
En filología,
contamos con la universal capacidad de comprensión basada en la semejanza de
los entendimientos.
Las
ciencias sociales críticas tienen un carácter distintivo porque nos permiten
realizar el rodeo necesario para explicar el principio de la deformación, un
rodeo indispensable para poder comprender lo que en realidad se ha deformado.
No
deseo llevar demasiado lejos esta oposición de hermenéutica y crítica y tomo
esta decisión por dos razones:
1.
No puedo
concebir una hermenéutica sin una fase crítica. La fase crítica está
ejemplificada en el desarrollo del moderno estructuralismo y de otros enfoques
objetivos a partir de la filología.
2.
Las ciencias
críticas son ellas mismas hermenéuticas en el sentido de que, además de tender
a ampliar la comunicación, presuponen que las deformaciones de las que ellas
hablan no son hechos naturales sino que son procesos de desimbolización.
Me
inclino cada vez más a considerar en conflicto entre Habermas y Gadamer como un
conflicto sólo secundario. Para Habermas, Gadamer es un viejo caballero que
debe votar por la derecha, de manera que su hermenéutica representa la
conservación del pasado en una especie. Gademer ve Habermas como al radical que
hizo concesiones a los estudiantes y que fu castigado por ello. Aprendemos a
comunicarnos comprendiendo textos. La hermenéutica sin un proyecto de liberación
es ciega, pero un proyecto de emancipación sin experiencia histórica es vacuo.
Aceptar el análisis tripartito de Habermas nos ayuda a comprender por qué éste
describe el psicoanálisis y la critica de la ideología como ciencias sociales
críticas; pero el marco conceptual bipartito nos permite comprender más
adecuadamente el tema que ahora hemos de considerar, la transferencia de
conceptos propios del psicoanálisis a la crítica de la ideología. Este asunto
es la contribución más interesante de Habermas.
En
Habermas poco encontramos sobre al cuestión de las diferencias entre
psicoanálisis y crítica, por que Habermas está más interesado en encontrar
cierto apoyo en el psicoanálisis que en señalar divergencias. La ausencia de la
transferencia en la crítica social hace más evidente la condición utópica de si
pretensión de curar las enfermedades de la comunicación. El psicoanalista no
necesita ser utópico porque tiene la experiencia del logrado restablecimiento
de la comunicación, por más que esa experiencia sea limitada. El sociólogo no
tiene esta experiencia puesto que permanece en el nivel de la lucha de clases
y, por lo tanto, sin este reconocimiento en miniatura que es la situación del
psicoanalista.
Jurgen Habermas |
El
psicoanálisis tiene un carácter distintivo porque incorpora una fase de
explicación en un proceso que es fundamentalmente autorreflexivo. El
psicoanálisis es autorreflexivo por mediación de una fase explicativa. La
explicación no es una alternativa de la comprensión sino que es un segmento del
proceso en general. Al escrutar la naturaleza del modelo psicoanalítico.
Habermas realiza su examen en tres pasos. El primero examina la estructura
paradójica del psicoanálisis, paradójica porque abarca tanto la comprensión
como la explicación. Habermas insiste en que debe defenderse la estructura
paradójica del psicoanálisis porque éste trata con el análisis lingüístico y
con conexiones causales. La estructura paradójica del psicoanálisis es una
consecuencia de la misma situación psicoanalítica, puesto que ésta implica no
sólo un texto deformado. Las deformaciones son sistemáticas. La filología
examina las deformaciones y nos exige que establezcamos el texto valiéndonos de
la crítica, pero la filología no comprender deformaciones sistemáticas.
Nosotros debemos no sólo interpretar lo que está deformado sino que debemos
explicar las deformaciones mismas. La conjunción del “análisis lingüístico con
la investigación psicológica de conexiones causales”. Esta conjunción es
también una de las razones fundamentales de la ambigüedad epistemológica que
presenta el psicoanálisis.
Habermas
llama al método de Freud “hermenéutica profunda”. Esto refuerza el hecho de que
no puede sostenerse una línea divisoria entre hermenéutica y ciencia crítica.
En
el análisis de los sueños puede encontrarse un buen ejemplo de la dualidad de
lenguaje del psicoanálisis. Por un lado, se necesita cierto análisis
lingüístico. Un sueño necesita descifre hermenéutico, es un texto que hay que
descifrar. Aquí el lenguaje del método es filológico. Pero, por otra parte, la
necesidad de explicar la deformación de los sueños pide una teoría del trabajo
de los sueños y una técnica dirigida a las resistencias que se oponen a la
interpretación. Aquí el lenguaje es casi físico. Todos los términos que figuran
en el texto de Freud suponen mecanismos de deformación, condensación,
desplazamiento, representabilidad, revisión secundaria. La significación
deformada continúa siendo una cuestión de comunicación. Habermas emplea varias
frases para caracterizar esta paradoja. Incomunicar es “excluir de la
comunicación pública”. Las relaciones están “deslingüistizadas”; el lenguaje
está “privatizado”. Tenemos “el lenguaje desdramatizado de los sueños”. Aquí
está presente el concepto wittgenteniano de los juegos del lenguaje; la incomunicación
de los sueños es una enfermedad de los juegos del lenguaje que configuran la
comunicación.
La
segunda observación que hace Habermas es la de que en el psicoanálisis la
situación analítica es paradigmática. Para Habermas la contribución filosófica
más interesante de Freud es la contenida en sus artículos sobre técnica
analítica, es decir, sus artículos sobre la situación de transferencia.
Habermas sostiene que debemos concebir una metapsicología fundándonos en el
paradigma que nos suministran estos artículos sobre la técnica, y no lo
contrario. Freud elaboró dos modelos diferentes. Primero el modelo topológico
del aparato mental y segundo, el modelo del yo, el ello y el superyó. Habermas
afirma que estos modelos son representaciones diagramáticos de algo que ocurre
en la situación de transferencia. La técnica analítica debe gobernar el modelo
metapsicológico, y no lo contrario. Desgraciadamente, dice Habermas, la
posición que desarrollan Freud y la escuela freudiana fue la de partir del
modelo e interpretar la situación analítica según ese modelo; Freud y sus
discípulos olvidaron que el modelo derivaba en realidad de la experiencia
analítica.
Habermas
afirma que la investigación de Marx es prácticamente más importante que lo que
Marx dice que hace. La investigación de Marx conserva la distinción entre
relaciones de producción y fuerzas de producción, aun cuando esta dialéctica
quede abolida en un modelo unidimensional que comprende sólo las estructuras de
producción. Debemos tener en cuenta la contribución concreta y real que
hicieron a la indagación técnica y, basándonos en las indicaciones de tales
investigaciones, debemos pronunciarnos contra los modelos explicativos de Marx
y Freud.
La
experiencia común de paciente y analista es la experiencia de una génesis de
autoconciencia. Para Habermas ésta es una intuición central del psicoanálisis
que constituye una noción clave en la crítica de la ideología. El objetivo de
la lucha de clases es el reconocimiento y la aceptación, pero bien sabemos lo
que significa el reconocimiento sobre la base de la situación psicoanalítica.
·
La primera razón
de que la situación analítica sea paradigmática del psicoanálisis es pues la de
que el autorreconocimiento gobierna todo el proceso.
·
La segunda razón
por la que a situación analítica es paradigmática es la de que el
autorreconocimiento constituye una meta que se alcanza al suprimir las
resistencias.
Jurgën Habermas |
Una
ideología es un sistema de resistencias; la ideología se resiste a reconocer
dónde estamos, quiénes somos, etc. El punto de vista decisivo del psicoanálisis
es aquí el de que la comprensión intelectual del sistema de resistencias no
basta. El propio Habermas no da comparaciones explícitas entre Freud y Marx
sobre esta cuestión del modelo apropiado para las ciencias críticas. Somos
nosotros quienes debemos realizar este esfuerzo. Habermas relaciona a Freud y a
Marx sólo después, cuando en el capítulo undécimo habla de la teoría de la
cultura de Marx. Habermas se concentra únicamente en Freud. La situación
analítica es un modelo ejemplar para las ciencias sociales críticas porque se
basa en una teoría de la resistencia. La tarea del análisis consiste en
deshacer resistencias mediante un tipo de trabajo especial que Freud llamó
elaboración. “La elaboración designa el componente dinámico de una actividad
cognitiva que conduce al reconocimiento cuando está enderezada contra
resistencias”. Abarca tres conceptos: una actividad cognitiva que conduce al
reconocimiento al tratar con resistencias.
Habermas
incorpora en este proceso la reconstrucción de la historia de una vida. Como
ésta comprende la historia de una vida, sus criterios no son los de
verificación, sino que está interesada, no es los hechos, sino en la capacidad
de hacer un todo significativo de la historia de nuestra vida. La
reconstrucción de la historia de la vida invierte el proceso de disociación que
tipifica la incomunicación.
Esta
transformación es objeto de la tercera observación general de Habermas sobre el
psicoanálisis. Habermas piensa que este desarrollo puede atribuirse
particularmente a El yo y el ello, pero dicha transformación es
evidente en todos los modelos sucesivos de Freud. Habermas sostiene que el
modelo estructural es legítimo porque debemos introducir conexiones causales en
un proceso que en general es interpretativo. Cuando se lo separa de la
experiencia analítica, el modelo estructural se convierte en una objetivación
por la cual el psicoanálisis niega su afiliación con la hermenéutica profunda y
pretende imitar a las ciencias naturales.
Varios
textos de Freud sostienen que el psicoanálisis es una ciencia natural, Creo que
hay varias razones para que Freud diera este paso:
1.
Debía sostener
que era un hombre de ciencia. La única manera de que se lo reconociera era
afirmar que era un científico.
2.
A pensar que el
psicoanálisis era sólo un estadio transitorio y que algún día sería reemplazado
por la farmacología. El psicoanálisis era necesario sólo porque se ignoraban o
no se comprendían todavía algunas de las funciones del cerebro.
Sólo
en virtud de un proceso de proscripción interna existe algo como el ello. El
ello no es algo que esté dado, sino que es un producto de la expulsión. La
represión es producida, no por fuerzas naturales, sino por fuerzas que obran en
ciertas circunstancias culturales. La represión no es un fenómeno mecánico, es
la expresión en un lenguaje causal de lo que ocurre cuando no nos reconocemos
ni aceptamos, cuando nos proscribimos de nuestra propia compañía.
Si consideramos un modelo mecanicista del
psicoanálisis, no podemos dar cuenta del proceso de autorreflexión que exige la
experiencia analítica. Debemos considerar cómo el proceso de la Ilustración
orienta la crítica de Habermas, una crítica que está interesada en la
emancipación.
Aquí
dos problemas merecen nuestra atención:
1.
Debemos
considerar hasta qué punto el modelo psicoanalítico nos ayuda a entender el
concepto de una crítica de la ideología. Debemos determinar el principio de
este paralelismo y el alcance de su extensión.
2.
Debemos
considerar en qué medida hay un componente utópico en el concepto de
autorreflexión y en el concepto de crítica en general.
Es
extraño que Habermas diga muy poco sobre la posibilidad de trasladar a la
crítica de la ideología algunas de sus conclusiones sobre el psicoanálisis. Hay
cuatro puntos principales en los que el modelo analítico puede transferirse a
la crítica de la ideología. La autorreflexión es el tema principal de las
ciencias sociales críticas en general. El psicoanálisis es ejemplar porque se
trata de un proceso de autorrecuperación, de autocomprensión. Tanto en el
psicoanálisis como en la crítica de la ideología las deformaciones corresponden
al mismo nivel de experiencia como emancipación. Las deformaciones se dan
dentro del proceso de comunicación. Nos vemos obligados a hablar hasta de la
lucha de clases desde el punto de vista de la comunicación. La lucha de clases
comprende no sólo fuerzas en conflicto sino también una interrupción del
proceso de comunicación entre los seres humanos. Las personas llegan a ser
extrañas entre sí, en diferentes clases la gente no habla el mismo lenguaje. La
falta de comunicación se extiende hasta el nivel del estilo, de la gramática,
de la amplitud del vocabulario, etc. Pero la diferencia no es sólo de
instrumentos lingüísticos de diferentes grupos, sino que la diferencia está
también entre los sistemas simbólicos de cada grupo.
Freud
nos ayuda a releer a Marx atendiendo a los procesos de la comunicación, no sólo
cuando Marx habla de fuerzas.
El
tercer punto común que presentan el psicoanálisis y la crítica de la ideología
es el hecho de que, porque sus deformaciones son sistemáticas, no podemos
esperar la disolución de estas deformaciones mediante la mera ampliación de
nuestra capacidad de comunicarnos. En el psicoanálisis y en la crítica de la
ideología el movimiento va desde la falta de comunicación al restablecimiento
de la comunicación, movimiento que presenta una fase explicativa la cual
implica que construimos un modelo teórico para tratar este segmento de procesos
ocultos.
Esto
nos lleva al cuarto y último paralelismo: el modelo estructural con el cual
tratamos conexiones causales debe derivar siempre de la situación de
comunicación, pero eso modelo puede ser abstraído de esa situación y por lo
tanto reificado. Para Habermas, hay un paralelismo completo entre lo ocurrido
en el marxismo y en el psicoanálisis. El modelo de cada uno fue abstraído de la
situación original para la cual fue concebido y se convirtió en un modelo
estructural reificado.
Jürgen Habermas |
Veremos
que la comparación de psicoanálisis y crítica de la ideología comienza a
fallar. Lo que interesa a Marx como la base natural de la historia es la
organización física específica del género humano según la categoría del posible
trabajo: el animal que emplea herramientas, En cambio, Freud no estaba
concentrado en el sistema del trabajo social sino que lo estaba en la familia.
Marx describe al ser humano como alguien que usa herramientas y Freud lo
describe como alguien que permanece siendo un niño aun después de haber pasado
la edad de la niñez. En Freud, el problema fundamental es, no el trabajo, sino
el renunciamiento institucional en virtud del cual puede funcionar un sistema
cultural. La concepción de la cultura de Freud es pesimista porque Freud cree
que la sociedad funciona sólo sobre la base de las compensaciones,
prohibiciones y sublimaciones que protegen el sistema social. Freud “se
concentra en los orígenes de las motivaciones de la acción comunicativa”.
Habermas
habla de la “clave psicoanalítica” de una teoría social que coincide de manera
sorprendente con la reconstrucción de Marx de la historia de la especie en
tanto que en otro aspecto abre perspectivas específicamente nuevas”. Para Freud
la culpabilidad es el guardián de la sociedad contra la destrucción atribuida a
la acción del individuo.
La
represión es fundamental para Freud, en tanto que para Marx es un suplemento,
una deformación producida por la división del trabajo y por la estructura de
clases. Pero a pesar de estas diferencias entre Freud y Marx, Freud puede aun
resultar útil en este segundo novel de comparación. En este segundo nivel hay
un equilibrio de diferencias y similitudes entre el psicoanálisis y la crítica
de la ideología, en tanto que en el primer nivel había sólo semejanzas. Porque
mientras la estructura de clases no haya sido superada, no puede establecerse
la racionalidad de la existencia humana. En cambio, en el proceso del
psicoanálisis podemos observar algo del surgimiento de la autocomprensión y de
la autorreflexión.
Habermas
ve a Freud como un hombre del SXVIII, un hombre de la Ilustración, y esto
seguramente es correcto. Habermas entiende que el objeto de la Ilustración es
abogar por la racionalidad de la utopía, promover una esperanza racional. Freud
cuando éste diferencia entre ilusión y engaño; engaño es una creencia
irracional, en tanto que una ilusión representa las posibilidades del ser
humano racional. Freud expone la idea de una mente utópica templada por el
espíritu de la Ilustración, por el espíritu de la racionalidad.
Se
debería hacer resaltar la falta de paralelismo entre psicoanálisis y crítica de
la ideología. La diferencia fundamental está en que la crítica de la ideología
no hay nada que pueda compararse con la relación psicoanalítica de paciente y
terapeuta.
Esta
situación inicial de la relación terapeuta paciente no tiene paralelo alguno en
la crítica de la ideología. En la crítica de la ideología nadie se identifica
como el enfermo, como el paciente, y nadie está facultado para ser el médico.
El pensador no trasciende la situación polémica y, por lo tanto, la ideología
continúa siendo un concepto polémico también para el pensador. El
psicoanalista, en cambio, no emplea el concepto de neurosis como un instrumento
polémico contra el paciente. Aquí la falta de paralelismo entre el psicoanálisis
y la crítica de la ideología tiene consecuencias negativas para esta última,
puesto que ella se convierte en un miembro de su propio referente. La condición
de la crítica de la ideología pertenece a la situación polémica de la
ideología. Este es el primer punto en que el paralelismo de psicoanálisis y
crítica de la ideología no se verifica.
Es
el hecho de que en a crítica de la ideología no hay nada comparable con la
situación psicoanalítica de transferencia. La transferencia es el proceso
decisivo en el que lo que ocurrió en una escena del neurótico se transpone en
miniatura y artificialmente a la escena de la relación paciente y terapeuta. El
arte de crear esta situación intermedia y artificial da su eficacia a la
experiencia psicoanalítica.
El
tercer y último punto está en la falta de reconocimiento propia de la crítica
de la ideología. La relación entre terapeuta y paciente es no sólo una
situación de contrato y no sólo un proceso de transferencia; es también una
ocasión en que el reconocimiento mutuo está en definitiva implícito. Para la
posición ortodoxa la idea de reconocimiento es sólo una proyección a la
sociedad sin clases. En la sociedad sin clases habrá reconocimiento pero no
podemos afirmar que el reconocimiento dé impulsos a la empresa actual.
Jürgen Habermas |
Aunque
no seamos marxistas, cuando leemos a Marx tenemos una experiencia personal que
puede transformar nuestra visión de la sociedad. Nos engañan menos las
apariencias de democracia. Y este cambio tiene implicaciones políticas directas
e indirectas. Las voces disidentes son fundamentales en el proceso democrático
mismo. Debemos conservar este margen de disidencia y debemos también decir que
la crítica de la ideología puede conducir a la concientización, un tema
desarrollado por pensadores latinoamericanos como Paulo Freire. Esta es también
una forma de terapia política. Pero en general a la crítica de la ideología le
falta el componente inmediato de la experiencia. La crítica de la ideología
funciona mucho más en el nivel del análisis de los engranajes de la maquinaria
social.
La
crítica de la ideología es parte de un proceso de lucha y no de un proceso de
reconocimiento. La idea de comunicación libre continua siendo un ideal no
realizado, una idea regulativa, una “ilusión” en el sentido que Freud da a este
término al distinguirlo del engaño.
Habermas
subraya que el interés en la emancipación que es histórica y objetivamente
posible en condiciones dadas y manipulables. Procura responder a las críticas
que se le han hecho por la falta de paralelismo entre psicoanálisis y crítica
de la ideología exponiendo la idea de competencia comunicativa. La competencia
comunicativa es una construcción utópica, una situación idea de discurso, la
posibilidad de una comunicación sin deformaciones. La palabra “competencia”
está empleada con ambigüedad. Por un lado, competencia es algo que tenemos a
nuestra disposición, una potencialidad que podemos usar o no usar. Porque soy
competente en hablar francés, puedo formular una enunciación en francés. Pero
la competencia comunicativa no es algo que tengamos a nuestra disposición sino
que es algo que debe manifestarse comuna una idea kantiana, como una idea
regulativa.
Por
mi parte acepto por completo el inextricable papel de este elemento utópico
porque creo que en definitiva es el elemento constitutivo de todas teoría de la
ideología. Tal era el caso del joven Marx cuando hablaba del ser humano total,
de esa persona que iba a pescar por la mañana, a cazar por la tarde y que
cultivaba la crítica por la noche. Esta reconstrucción de una totalidad, que
está más allá de la división del trabajo, esta visión de un ser humano total es
la utopía que nos permite decir que los economistas británicos no ahondaron por
debajo de la superficie de las relaciones económicas entre capital, trabajo y
salario.
Sobre
la estructura de la utopía; veo la utopía como una compleja urdimbre de
elementos de diferentes orígenes. No se trata de algo simple, sino que es una
manojo de fuerzas que obran juntas. La utopía se apoya primero en la noción de
autorreflexión. Yo lo llamo el componente trascendental. Este factor preserva
la unidad de crítica de la ideología y del idealismo alemán y en última
instancia también la unidad de crítica de la ideología y de todas la tradición de la filosofía, a pesar de la
afirmación de Habermas según la cual hemos roto con la teoría a favor de la
praxis. Cuando el joven Marx habla de la diferencia entre el animal y el ser
humano traza una línea divisoria; la diferencia es el elemento de trascendencia
únicamente accesible al ser humano. Yo prefiero decir que este factor es
trascendental porque es la condición de posibilidad para hacer algo diferente.
El
segundo componente de la estructura utópica es cultural; agrega al elemento de
la fantasía la posibilidad de corrección, de pobrar los límites de la posible
realización. Las ideas se transmiten históricamente. La utopía no es un
elemento meramente trascendental sin historia pues forma parte de nuestra
historia. La gran diferencia entre Gadamer y Habermas consiste en que estos
autores no tienen las mismas tradiciones. Gadamer se apoya más en la tradición
del idealismo alemán y el romanticismo, en tanto que Habermas lo hace más en la
Ilustración y el idealismo alemán. Hasta el énfasis puesto en la autorreflexión
tiene cierta tradición. La autorreflexión tiene una factor ahistórico, que es
lo que llamé su componente trascendental, y tiene también un componente
cultural, una historia. Habermas habla de unidad de intereses y razón y éste es
típicamente un tema de la Ilustración.
El
tercer elemento de la estructura utópica es la fantasía. Fantasía es el término
que Habermas emplea para designar lo que Freud llama ilusión. La ilusión o
fantasía es un elemento de la esperanza, de una esperanza racional. Habermas
dice que la humanidad tiene sus raíces en estructuras fundamentales tales como
el trabajo, el lenguaje y el poder. También hay algo en nosotros que trasciende
esta condicionalidad, y ese algo es lo utópico. Habermas emplea precisamente la
palabra “utópico” en este contexto. “La sociedad es no sólo un sistema de
autoconservación. Una tentadora fuerza natural, que está presente en el
individuo como libido, se separa del sistema de conducta de la autoconservación
e impele hacia la realización utópica”. En Habermas la oposición de utopía y
autoconservación es una buena intuición de la relación entre ideología y utopía
en el mejor sentido de ambos términos. La función fundamental de una ideología
es establecer la identidad, la identidad de un grupo o de un individuo. La
utopía rompe con el “sistema de autoconservación e impele hacia la realización
utópica”. Para Habermas, la realización de este elemento utópico conduce a la
tesis de que “el conocimiento sirve como un instrumento y trasciende la mera
autoconservación”. La utopía es precisamente lo que impide que queden reducidos
a uno los tres intereses constitutivos del conocimiento: el instrumental, el
práctico y el crítico. Lo utópico presenta la gama de múltiples intereses e
impide que queden reducidos a lo instrumental.
La
fantasía utópica es la fantasía de un acto ideal de discurso, una situación
comunicativa ideal, una situación de comunicación sin limitaciones ni
coacciones. Y bien pudiera ser que este ideal constituyera nuestra noción misma
de humanidad. Hablamos de la humanidad no sólo como de una especie, sino
también como de una tarea, puesto que la humanidad no está dada en ningún
lugar.
Habermas
es una figura de transición. Establece la posibilidad de una crítica social que
evita la paradoja de Mannheim, la división entre ideología y ciencia; Habermas
se apoya en Weber y muestra que sólo al terminar el proceso de crítica podemos
recobrar como nuestro propio trabajo aquello que son las pretensiones de la
autoridad, y Habermas nos indica que esta recuperación va desde la incomunicación
y la desimbolización al reconocimiento y la comunicación. Habermas anticipa a
Geertz, quien muestra que la ideología debe entenderse sobre la base de la
estructura simbólica de a acción, conclusión que nos lleva más allá de la
deformación y la legitimación al tercero y último nivel de la ideología, en el
que se da un concepto de ideología entendida como integración, es decir, un
concepto que no es despectivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario