jueves, 8 de agosto de 2013

Resumen Ideología y Utopía Paul Ricoeur Parte 11


Capítulo 15

Geertz

Esta discusión de Geertz representa el último paso de un análisis que comprende tres fases principales. Comenzamos considerando el concepto de ideología entendida como deformación. Aquí el modelo paradigmático era la relación de infraestructura y superestructura.

Nos preguntamos lo que implicaban los conceptos de clase gobernante e idea rectora. Respondimos que aquí se presentaba el problema de la autoridad. La ideología concebida como legitimación, y entonces discutimos a Max Weber, puesto que el caso paradigmático era la pretensión a la legitimidad formulada por todas las formas de autoridad. El marco conceptual era, no de causalidad, sino de motivación y hablamos de este marco, no atendiendo a estructuras y fuerzas, sino a los tipos ideales de las pretensiones de la autoridad. En esta segunda fase, esos tipos ideales desempeñaban el mismo pape que desempeñaba en la primera fase la superestructura.

Para elaborar un tercer concepto de ideología concebida como integración o conservación de la identidad recurrimos por último Geertz. Aquí la actitud principal no es de sospecha, ni siquiera una actitud no valorativa, sino la conversación. El propio Geertz adopta esta actitud como antropólogo. Esta actitud está relacionada con un marco conceptual que no es casual ni estructural y ni siquiera de motivación; es semiótico. Geertz es el hecho de que éste trata e abordar el concepto de ideología mediante los instrumentos de la modera semiótica. Geertz quiere decir que el análisis de la cultura no es “una ciencia experimental en busca de leyes sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones”. No dista mucho de Max Weber.

Puesto que la cultura se entiende aquí como un proceso semiótico, para Geertz es fundamental el concepto de acción simbólica. Geertz toma el concepto o por lo menos la expresión “acción simbólica de Kenneth Burke. La acción simbólica tiene una significación diferente de la que le da Geertz. Burke dice que el lenguaje es en realidad acción simbólica. Pero para Geertz la acción es simbólica, lo mismo que el lenguaje. Yo prefiero hablar de acción como algo dado por mediación simbólica, porque la acción simbólica no es una acción que emprendamos, sino que es una acción que reemplazamos por signos.

Clifford Geertz
Geertz emplea también el dudoso concepto de símbolo extrínseco; creo que esta expresión no es feliz. Geertz desea mostrar que la acción está regida desde adentro por símbolos y llama a esos símbolos extrínsecos a diferencia de otra serie de símbolos dados por la genética, caso en el que los códigos están incorporados en el organismo vivo. Esta diferenciación entre modelos extrínsecos e intrínsecos representa un intento de establecer la línea divisoria entre modelos que encontramos en la biología y modelos desarrollados en la vida cultural. Geertz afirma que la plasticidad o flexibilidad biológica de la vida humana no nos da una guía para tratar las diferentes situaciones culturales, como las carestía, las cuestiones del trabajo, etc. Por eso necesitamos un sistema secundario de símbolos que son, no naturales, sino modelos culturales. La consideración saliente es, pues, no tanto el hecho de que esos símbolos y modelos sean exteriores al organismo como el hecho de que funcionan exactamente de la misma manera que los modelos intrínsecos.

Pensamos y comprendemos cotejando “los estados y procesos e modelos simbólicos y los estados y procesos del mundo exterior”. Comprender es cotejar lo que vemos con las reglas del ritual. “Un objeto (o acontecimiento, un acto, una emoción) se identifica colocándolo sobre el fondo de un símbolo apropiado”. Entonces vemos el movimiento como algo que realiza una masa de gente, como la realización de un sacrificio, etc. La noción de cotejar o comparar es el tema central. Las configuraciones culturales son pues programas que nos procuran, dice Geertz, “un patrón o molde de la organización de procesos sociales y psicológicos, así como los sistemas genéticos nos suministran tal patrón para la organización de los procesos orgánicos”. El proceso semiótico procura un plan.

Se trata e la posibilidad de comparar una ideología con los recursos retóricos del discurso. Geertz critica las teorías más corrientes de la ideología pues suponen algo que ellas mismas no comprenden: cómo el relajamiento de una tensión se convierte en un símbolo o cómo un interés está expresado en una idea. Geertz sostiene que la mayor parte de los sociólogos dan por descontado lo que significa decir que un interés está “expresado” por algo diferente. Pero ¿cómo llegan a expresarse los intereses? Geertz declara que podemos dar una respuesta a esto sólo analizando “cómo los símbolos simbolizan, cómo funcionan para expresar significaciones”. A los sociólogos les faltan los recursos simbólicos con los cuales pudieran construir una formulación más aguda.

Es singular el intento que hace Geertz de relacionar el análisis no sólo con la semiología en el sentido amplio de este vocablo, sino con la parte de la semiología que trata las figuras de dicción, la tropología, los recursos retóricos que no tienen necesariamente la finalidad de engañarnos o de engañar a los demás. La posibilidad de que la retórica pueda ser integradora y no necesariamente deformadora nos lleva a un concepto de ideología no despectivo. En el concepto de ideología hay algo de irreductible. Aun cuando separemos de ella los otros dos estratos de la ideología, queda la función integradora de la ideología, la función de conservar una identidad. Como Erikson plantea el problema de la condición de la identidad, dice que debemos ir más allá del concepto propagandístico de ideología, según el cual la ideología es “una forma sistemática de pseudología colectiva”.  

Sobre la base de este análisis de la ideología como función integradora, quisiera yo hacer resaltar tres puntos:

1.    Al transformar la manera en que se construye el concepto de ideología, subrayamos la mediación simbólica de la acción, el hecho de que no hay ninguna acción social que no esté ya simbólicamente determinada. Ya no podemos decir que la ideología es tan sólo una clase de superestructura, porque los sistemas simbólicos pertenecen ya a la infraestructura, a la constitución básica del ser humano. Aquí el problema esté tal vez en el término “extrínseco” pues lo que se llama extrínseco es aún constitutivo del ser humano.
2.    Resaltar la correlación establecida entre ideología y retórica. Habermas nos preparó el terreno para esta conexión puesto que discutió el problema de a ideología atendiendo a la comunicación y a la falta de comunicación. La ideología es, no la deformación de la comunicación, sino la retórica de la comunicación básica. Existe una retórica de la comunicación básica porque no podemos excluir del lenguaje los recursos retóricos; éstos constituyen una parte intrínseca del lenguaje corriente. En su función integradora, la ideología es análogamente básica e ineluctable.
3.    Consiste en preguntar si nos es lícito hablar de ideologías fuera de la situación de deformación y hacerlo sólo con referencias a la función básica de integración. Mi duda es la de si podemos proyectar la ideología a culturas que están fuera de la situación posterior a la ilustración, situación en que se encuentran todas las culturas modernas envueltas ahora en un proceso no sólo de secularización sino de fundamental confrontación sobre ideales básicos.

Clifford Geertz
Podemos observar que el proceso de derivar las tres formas de ideología puede desarrollarse en la dirección inversa. La ideología se refiere siempre en última instancia al poder. “La función de la ideología consiste en hacer posible una entidad política autónoma al proveer conceptos llenos de autoridad que le den sentido al suministrar imágenes persuasivas por medio de las cuales pueda captársela sensatamente”. La noción de la autoridad es un concepto medular porque cuando el problema de la integración nos lleva al problema de un sistema de autoridad, el tercer concepto de ideología nos remite de nuevo al segundo. Pues la política es el terreno en que las imágenes básicas de un grupo suministran en definitiva reglas para ejercer para ejercer el poder.

Por qué tomo la declaración de Geertz como una declaración de que la ideología en última instancia se refiere al poder político: los temas tratados en estas conferencias, entiendo el concepto de autoridad como el paso por el cual se va desde la función integradora a la función de legitimación de la jerarquía. Aquí Geertz viene en mi ayuda al hacer la siguiente observación en una nota de pie de página puesta en el texto: “hay ideologías morales, económicas y hasta estéticas, así como las hay específicamente políticas (…), la argumentación desarrollada para las ideologías políticas se aplica con igual fuerza a las no políticas”.

La ideología tiene una función más amplia que la política por cuanto es integradora. Pero cuando la integración llega al problema de la función de los modelos de autoridad, la política se convierte en lo central y la cuestión de la identidad se convierte en el marco. Lo que en definitiva está en juego en el proceso de integración (como en Max Weber) es la manera en que podemos pasar desde la idea general de una relación social a la idea de gobernantes y gobernados.

El problema de la religión continúa siendo un problema importante. Podemos comparar el análisis de la ideología que hace Geertz con su análisis de la religión. No se trata de que la ideología reemplaza a la religión en la vida moderna; Geetrz no relega la religión sencillamente a las sociedades pasadas. Veo tres puntos fundamentales en los cales Geertz establece el continuado papel de la religión:

1.    La religión es el intento de articular un ethos y una cosmovisión. La función de un sistema religiosos es, no evitar los sufrimientos, sino enseñarnos la manera de soportarlos. Desde el momento en que aprendemos a soportar los sufrimientos desaparece la diferencia entre lo ético y lo cósmico; se nos enseña una manera de considerar la vida y también una manera de conducirnos en ella.
2.    La religión está más allá de la oposición entre lo tradicional y lo moderno porque su función le permite suscitar una disposición de ánimo. La religión es una teoría de los sentimientos y como tal se refiere tanto a lo ético como a lo cósmico.
3.    Sobre la religión es el hecho de que ella pone en escena algunos residuos y quizás hasta algunas tradiciones permanentes de esta acción religiosa. Los sistemas se enfrentan con otros sistemas que formulan análogas pretensiones de autenticidad y legitimidad.

Geertz se inclina más por una teoría de la tensión en cuanto a la ideología. El concepto de integración precisamente tiene que ver con la amenaza de la falta de identidad, tema que Erikson discute desde el punto de vista psicológico y considera como crisis y confusión. Lo que más teme un grupo es no ser ya capaz de identificarse a causa de las crisis y confusiones que provocan la tensión; la tarea consiste en superar esta tensión.

Otro elemento positivo de la ideología entendida como integración: el hecho de que la ideología sustenta la integración de un grupo no sólo en el espacio sino también en el tiempo. La ideología funciona no sólo en la dimensión sincrónica sino también en la dimensión diacrónica. Con esta repetición comienzan todos los procesos ideológicos en el sentido patológico porque una segunda celebración tiene ya el carácter de una reificación.

En Moscú todo un sistema político se basa en una tumba, la de Lenin; quizás éste sea el único caso en a historia, después de los egipcios, en que una tumba es la fuente de un sistema político.

Como antropólogo, Geertz tiene una perspectiva diferente de la de alguien como Habermas, que es un sociólogo de la sociedad industrial moderna. En el género de sociedades que trata Geertz, la problemática no es la de la sociedad industrial o posindustrial sino que es a problemática de sociedades en desarrollo, en todos los sentidos de este vocablo. En esas sociedades, la crítica de la ideología es prematura; están más concentradas en a naturaleza constitutiva de la ideología.

Clifford Geertz
Pero sería demasiado sencillo afirmar que los países en desarrollo sólo tienen que considerar el carácter constitutivo de la ideología, porque su ardua tarea consiste el hallar su propia identidad en un mundo ya marcado por la crisis de las sociedades industriales. Las sociedades industriales no sólo acumularon y acapararon la mayor parte de los medios e instrumentos de desarrollo sino que en su propio seno engendraron una crisis que ahora es un fenómeno público y mundial. Ciertos países tienen que incorporar la tecnología en el mismo momento en que comenzó la crítica de la tecnología sometida a juicio. El concepto de ideología se ha hecho ahora universal; la crisis de las sociedades industriales es una crisis universal; y esto forma parte de la educación de todo intelectual de cualquier lugar del mundo.

Si ahora la ideología es un fenómeno universal, el marxismo sostiene que el concepto de ideología nació con el desarrollo de las clases sociales. Los marxistas argumentan que la ideología no existía antes del surgimiento de las estructuras de clase. Althusser llega hasta el punto de afirmar que antes de la burguesía no había ideología. Había credos y creencia, pero sólo la estructura de clases creó una situación en la que una parte importante de la población no compartía los valores de la totalidad. La perspectiva marxista pone de relieve los aspectos deformadores de la ideología antes que su función integradora. El concepto primitivo de la ideología entendida como integración no puede emplearse en la práctica política salvo con el fin de preservar, aun en la situación de lucha, la problemática del reconocimiento. Los conflictos de clase no son pues nunca exactamente situaciones de guerra total. La pugna se libra para alcanzar el reconocimiento y no el poder. El concepto de ideología entendida en su función integradora pone un límite a la guerra social e impide que se convierta en una guerra civil.

Hasta en la sociedad de clases están en marcha procesos integradores: el sentido de una lengua común, de una cultura común, de una nación común. La gente comparte por lo menos los instrumentos lingüísticos y todos los medios de comunicación vinculados con el lenguaje; de manera que debemos situar el papel del lenguaje en una estructura de clases. Stalin estuvo en la posición correcta contra aquellos marxistas que sostenían que hasta la gramática tiene una estructura de clase. Stalin en cambio afirmaba que la lengua pertenece a la nación como todo. La condición de la nación en la teoría marxista resulta difícil de elaborar porque pasa a través de las líneas de clases. Podemos decir que el concepto de ideología de Geertz es más apropiado para una cuestión como ésta pues la condición de la nación no está radicalmente afectada por la estructura de clases. Intentar definir la naturaleza de la nación es una cuestión tan problemática como definir los papeles de los sexos: es difícil decir lo que es realmente básico y lo que es meramente cultural. Muchos marxistas dicen que e marxismo debe realizarse según las diferentes situaciones culturales en que se encuentra. Estas situaciones están precisamente definidas por lo que Geertz llama un sistema ideológico. Tenemos que considerar las normas y las imágenes que proyectan la identidad de un grupo, de la misma manera en que algunos psicólogos hablan de la imagen corporal. Hay una imagen social del grupo y esta imagen de identidad es particular de cada grupo.

Tenemos más dificultades en responder si ya no tenemos en cuenta sólo el concepto marxista de clases, según el cual un grupo constituye la clase dominante y expresa ideas rectoras de la nación. Mannheim siempre habla de un estrato social. Nos deja a nosotros la tarea de identificar qué grupos están obrando en una sociedad y de qué manera lo hacen. En considerar todas las agrupaciones sociales sin excluir otros factores determinantes que no sean las clases. Debemos ser flexibles con el concepto de estrato social; quizá la conexión entre social y una ideología o utopía es lo que les da unidad a ambas cosas. Muchos grupos y, en consecuencia, muchas ideologías configuran la totalidad.

Consideremos, pues, la cuestión de la desocupación. Para mí ésta es una diferencia típica entre Europa y los Estados Unidos. En Europa, quedarse sin empleo es una injusticia, pues uno tiene derecho a trabajar. Aquí la desocupación se ve como un fracaso individual. No se trata de una acusación dirigida contra el sistema, sino que se trata de un problema personal. El desocupado debe recurrir a la obra social, lo cual lo hace aun más dependiente del sistema. El fracaso que significa encontrarse sin empleo está acentuado por esta dependencia. Cada uno compite con todos los demás. Hasta la manera en que trabajan los estudiantes en este país es completamente diferente de la manera europea. Este individualismo que lo penetra todo tiene algunas implicaciones saludables, pero también implica que si bien todo lo que es manejado por la empresa privada se encuentra en buenas condiciones, las empresas públicas, como el ferrocarril, sufren quebrantos. No hay sentido de la propiedad común. Los Estados Unidos tienen pus algo semejante a una ideología colectiva, aunque sé que quienes viven aquí tienen más conciencia de las subideologías o subculturas del país.

El concepto de integración es un supuesto de los otros conceptos principales de ideología, pero en realidad funciona ideológicamente por obra de estos otros dos factores. Supongo que la imaginación opera de dos maneras diferentes:

·      Por un lado, la imaginación puede funcionar para preservar un orden; la función de la imaginación consiste en poner en escena un proceso de identificación que refleja ese orden.
·      Por otro lado, la imaginación puede tener una función destructora y puede también promover un avance. Su imagen s de producción; se trata de imaginar algo diferente, un “ningún lugar”.

La ideología representa el primer tipo de imaginación pus tiene una función de preservación, de conservación. En cambio, la utopía representa el segundo tipo de imaginación; es siempre una mirada desde un lugar que no existe. La ideología está siempre al borde de hacerse patológico porque tiene una función conservadora tanto en el sentido positivo como en el sentido negativo del término. La ideología conserva la identidad, pero también aspira a conservar lo que ya existe y, por lo tanto, es ya una resistencia. Algo se hace ideológico cuando la función integradora se petrifica, cuando se hace retórica, cuando prevalecen la esquematización y la racionalización. La ideología opera en la línea fronteriza entre la función integradora y la resistencia.

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