Capítulo 15
Geertz
Esta
discusión de Geertz representa el último paso de un análisis que comprende tres
fases principales. Comenzamos considerando el concepto de ideología entendida
como deformación. Aquí el modelo paradigmático era la relación de infraestructura
y superestructura.
Nos
preguntamos lo que implicaban los conceptos de clase gobernante e idea rectora.
Respondimos que aquí se presentaba el problema de la autoridad. La ideología
concebida como legitimación, y entonces discutimos a Max Weber, puesto que el
caso paradigmático era la pretensión a la legitimidad formulada por todas las
formas de autoridad. El marco conceptual era, no de causalidad, sino de
motivación y hablamos de este marco, no atendiendo a estructuras y fuerzas,
sino a los tipos ideales de las pretensiones de la autoridad. En esta segunda
fase, esos tipos ideales desempeñaban el mismo pape que desempeñaba en la
primera fase la superestructura.
Para
elaborar un tercer concepto de ideología concebida como integración o
conservación de la identidad recurrimos por último Geertz. Aquí la actitud
principal no es de sospecha, ni siquiera una actitud no valorativa, sino la
conversación. El propio Geertz adopta esta actitud como antropólogo. Esta
actitud está relacionada con un marco conceptual que no es casual ni
estructural y ni siquiera de motivación; es semiótico. Geertz es el hecho de
que éste trata e abordar el concepto de ideología mediante los instrumentos de
la modera semiótica. Geertz quiere decir que el análisis de la cultura no es
“una ciencia experimental en busca de leyes sino una ciencia interpretativa en
busca de significaciones”. No dista mucho de Max Weber.
Puesto
que la cultura se entiende aquí como un proceso semiótico, para Geertz es
fundamental el concepto de acción simbólica. Geertz toma el concepto o por lo
menos la expresión “acción simbólica de Kenneth Burke. La acción simbólica
tiene una significación diferente de la que le da Geertz. Burke dice que el
lenguaje es en realidad acción simbólica. Pero para Geertz la acción es
simbólica, lo mismo que el lenguaje. Yo prefiero hablar de acción como algo
dado por mediación simbólica, porque la acción simbólica no es una acción que
emprendamos, sino que es una acción que reemplazamos por signos.
Clifford Geertz |
Geertz
emplea también el dudoso concepto de símbolo extrínseco; creo que esta
expresión no es feliz. Geertz desea mostrar que la acción está regida desde
adentro por símbolos y llama a esos símbolos extrínsecos a diferencia de otra
serie de símbolos dados por la genética, caso en el que los códigos están
incorporados en el organismo vivo. Esta diferenciación entre modelos
extrínsecos e intrínsecos representa un intento de establecer la línea
divisoria entre modelos que encontramos en la biología y modelos desarrollados
en la vida cultural. Geertz afirma que la plasticidad o flexibilidad biológica
de la vida humana no nos da una guía para tratar las diferentes situaciones
culturales, como las carestía, las cuestiones del trabajo, etc. Por eso
necesitamos un sistema secundario de símbolos que son, no naturales, sino
modelos culturales. La consideración saliente es, pues, no tanto el hecho de
que esos símbolos y modelos sean exteriores al organismo como el hecho de que
funcionan exactamente de la misma manera que los modelos intrínsecos.
Pensamos
y comprendemos cotejando “los estados y procesos e modelos simbólicos y los
estados y procesos del mundo exterior”. Comprender es cotejar lo que vemos con
las reglas del ritual. “Un objeto (o acontecimiento, un acto, una emoción) se
identifica colocándolo sobre el fondo de un símbolo apropiado”. Entonces vemos el movimiento como algo que realiza una masa de gente, como la realización de un sacrificio, etc. La noción de cotejar o
comparar es el tema central. Las configuraciones culturales son pues programas
que nos procuran, dice Geertz, “un patrón o molde de la organización de
procesos sociales y psicológicos, así como los sistemas genéticos nos
suministran tal patrón para la organización de los procesos orgánicos”. El
proceso semiótico procura un plan.
Se
trata e la posibilidad de comparar una ideología con los recursos retóricos del
discurso. Geertz critica las teorías más corrientes de la ideología pues
suponen algo que ellas mismas no comprenden: cómo el relajamiento de una
tensión se convierte en un símbolo o cómo un interés está expresado en una
idea. Geertz sostiene que la mayor parte de los sociólogos dan por descontado
lo que significa decir que un interés está “expresado” por algo diferente. Pero
¿cómo llegan a expresarse los intereses? Geertz declara que podemos dar una
respuesta a esto sólo analizando “cómo los símbolos simbolizan, cómo funcionan
para expresar significaciones”. A los sociólogos les faltan los recursos
simbólicos con los cuales pudieran construir una formulación más aguda.
Es
singular el intento que hace Geertz de relacionar el análisis no sólo con la
semiología en el sentido amplio de este vocablo, sino con la parte de la
semiología que trata las figuras de dicción, la tropología, los recursos
retóricos que no tienen necesariamente la finalidad de engañarnos o de engañar
a los demás. La posibilidad de que la retórica pueda ser integradora y no
necesariamente deformadora nos lleva a un concepto de ideología no despectivo.
En el concepto de ideología hay algo de irreductible. Aun cuando separemos de
ella los otros dos estratos de la ideología, queda la función integradora de la
ideología, la función de conservar una identidad. Como Erikson plantea el
problema de la condición de la identidad, dice que debemos ir más allá del concepto
propagandístico de ideología, según el cual la ideología es “una forma
sistemática de pseudología colectiva”.
Sobre
la base de este análisis de la ideología como función integradora, quisiera yo
hacer resaltar tres puntos:
1.
Al transformar
la manera en que se construye el concepto de ideología, subrayamos la mediación
simbólica de la acción, el hecho de que no hay ninguna acción social que no
esté ya simbólicamente determinada. Ya no podemos decir que la ideología es tan
sólo una clase de superestructura, porque los sistemas simbólicos pertenecen ya
a la infraestructura, a la constitución básica del ser humano. Aquí el problema
esté tal vez en el término “extrínseco” pues lo que se llama extrínseco es aún
constitutivo del ser humano.
2.
Resaltar la correlación
establecida entre ideología y retórica. Habermas nos preparó el terreno para
esta conexión puesto que discutió el problema de a ideología atendiendo a la
comunicación y a la falta de comunicación. La ideología es, no la deformación
de la comunicación, sino la retórica de la comunicación básica. Existe una
retórica de la comunicación básica porque no podemos excluir del lenguaje los
recursos retóricos; éstos constituyen una parte intrínseca del lenguaje
corriente. En su función integradora, la ideología es análogamente básica e
ineluctable.
3.
Consiste en
preguntar si nos es lícito hablar de ideologías fuera de la situación de
deformación y hacerlo sólo con referencias a la función básica de integración.
Mi duda es la de si podemos proyectar la ideología a culturas que están fuera
de la situación posterior a la ilustración, situación en que se encuentran
todas las culturas modernas envueltas ahora en un proceso no sólo de
secularización sino de fundamental confrontación sobre ideales básicos.
Clifford Geertz |
Podemos
observar que el proceso de derivar las tres formas de ideología puede
desarrollarse en la dirección inversa. La ideología se refiere siempre en
última instancia al poder. “La función de la ideología consiste en hacer
posible una entidad política autónoma al proveer conceptos llenos de autoridad
que le den sentido al suministrar imágenes persuasivas por medio de las cuales
pueda captársela sensatamente”. La noción de la autoridad es un concepto
medular porque cuando el problema de la integración nos lleva al problema de un
sistema de autoridad, el tercer concepto de ideología nos remite de nuevo al
segundo. Pues la política es el terreno en que las imágenes básicas de un grupo
suministran en definitiva reglas para ejercer para ejercer el poder.
Por
qué tomo la declaración de Geertz como una declaración de que la ideología en
última instancia se refiere al poder político: los temas tratados en estas
conferencias, entiendo el concepto de autoridad como el paso por el cual se va
desde la función integradora a la función de legitimación de la jerarquía. Aquí
Geertz viene en mi ayuda al hacer la siguiente observación en una nota de pie
de página puesta en el texto: “hay ideologías morales, económicas y hasta
estéticas, así como las hay específicamente políticas (…), la argumentación
desarrollada para las ideologías políticas se aplica con igual fuerza a las no
políticas”.
La
ideología tiene una función más amplia que la política por cuanto es
integradora. Pero cuando la integración llega al problema de la función de los
modelos de autoridad, la política se convierte en lo central y la cuestión de
la identidad se convierte en el marco. Lo que en definitiva está en juego en el
proceso de integración (como en Max Weber) es la manera en que podemos pasar
desde la idea general de una relación social a la idea de gobernantes y
gobernados.
El
problema de la religión continúa siendo un problema importante. Podemos
comparar el análisis de la ideología que hace Geertz con su análisis de la
religión. No se trata de que la ideología reemplaza a la religión en la vida
moderna; Geetrz no relega la religión sencillamente a las sociedades pasadas.
Veo tres puntos fundamentales en los cales Geertz establece el continuado papel
de la religión:
1.
La religión es
el intento de articular un ethos y una cosmovisión. La función de un sistema
religiosos es, no evitar los sufrimientos, sino enseñarnos la manera de
soportarlos. Desde el momento en que aprendemos a soportar los sufrimientos
desaparece la diferencia entre lo ético y lo cósmico; se nos enseña una manera
de considerar la vida y también una manera de conducirnos en ella.
2.
La religión está
más allá de la oposición entre lo tradicional y lo moderno porque su función le
permite suscitar una disposición de ánimo. La religión es una teoría de los
sentimientos y como tal se refiere tanto a lo ético como a lo cósmico.
3.
Sobre la
religión es el hecho de que ella pone en escena algunos residuos y quizás hasta
algunas tradiciones permanentes de esta acción religiosa. Los sistemas se
enfrentan con otros sistemas que formulan análogas pretensiones de autenticidad
y legitimidad.
Geertz
se inclina más por una teoría de la tensión en cuanto a la ideología. El
concepto de integración precisamente tiene que ver con la amenaza de la falta
de identidad, tema que Erikson discute desde el punto de vista psicológico y
considera como crisis y confusión. Lo que más teme un grupo es no ser ya capaz
de identificarse a causa de las crisis y confusiones que provocan la tensión;
la tarea consiste en superar esta tensión.
Otro
elemento positivo de la ideología entendida como integración: el hecho de que
la ideología sustenta la integración de un grupo no sólo en el espacio sino
también en el tiempo. La ideología funciona no sólo en la dimensión sincrónica
sino también en la dimensión diacrónica. Con esta repetición comienzan todos
los procesos ideológicos en el sentido patológico porque una segunda
celebración tiene ya el carácter de una reificación.
En
Moscú todo un sistema político se basa en una tumba, la de Lenin; quizás éste
sea el único caso en a historia, después de los egipcios, en que una tumba es
la fuente de un sistema político.
Como
antropólogo, Geertz tiene una perspectiva diferente de la de alguien como
Habermas, que es un sociólogo de la sociedad industrial moderna. En el género
de sociedades que trata Geertz, la problemática no es la de la sociedad
industrial o posindustrial sino que es a problemática de sociedades en
desarrollo, en todos los sentidos de este vocablo. En esas sociedades, la
crítica de la ideología es prematura; están más concentradas en a naturaleza
constitutiva de la ideología.
Clifford Geertz |
Pero
sería demasiado sencillo afirmar que los países en desarrollo sólo tienen que
considerar el carácter constitutivo de la ideología, porque su ardua tarea consiste
el hallar su propia identidad en un mundo ya marcado por la crisis de las
sociedades industriales. Las sociedades industriales no sólo acumularon y
acapararon la mayor parte de los medios e instrumentos de desarrollo sino que
en su propio seno engendraron una crisis que ahora es un fenómeno público y
mundial. Ciertos países tienen que incorporar la tecnología en el mismo momento
en que comenzó la crítica de la tecnología sometida a juicio. El concepto de
ideología se ha hecho ahora universal; la crisis de las sociedades industriales
es una crisis universal; y esto forma parte de la educación de todo intelectual
de cualquier lugar del mundo.
Si
ahora la ideología es un fenómeno universal, el marxismo sostiene que el
concepto de ideología nació con el desarrollo de las clases sociales. Los
marxistas argumentan que la ideología no existía antes del surgimiento de las
estructuras de clase. Althusser llega hasta el punto de afirmar que antes de la
burguesía no había ideología. Había credos y creencia, pero sólo la estructura
de clases creó una situación en la que una parte importante de la población no
compartía los valores de la totalidad. La perspectiva marxista pone de relieve
los aspectos deformadores de la ideología antes que su función integradora. El
concepto primitivo de la ideología entendida como integración no puede
emplearse en la práctica política salvo con el fin de preservar, aun en la
situación de lucha, la problemática del reconocimiento. Los conflictos de clase
no son pues nunca exactamente situaciones de guerra total. La pugna se libra
para alcanzar el reconocimiento y no el poder. El concepto de ideología
entendida en su función integradora pone un límite a la guerra social e impide
que se convierta en una guerra civil.
Hasta
en la sociedad de clases están en marcha procesos integradores: el sentido de
una lengua común, de una cultura común, de una nación común. La gente comparte
por lo menos los instrumentos lingüísticos y todos los medios de comunicación
vinculados con el lenguaje; de manera que debemos situar el papel del lenguaje
en una estructura de clases. Stalin estuvo en la posición correcta contra
aquellos marxistas que sostenían que hasta la gramática tiene una estructura de
clase. Stalin en cambio afirmaba que la lengua pertenece a la nación como todo.
La condición de la nación en la teoría marxista resulta difícil de elaborar
porque pasa a través de las líneas de clases. Podemos decir que el concepto de
ideología de Geertz es más apropiado para una cuestión como ésta pues la condición
de la nación no está radicalmente afectada por la estructura de clases.
Intentar definir la naturaleza de la nación es una cuestión tan problemática
como definir los papeles de los sexos: es difícil decir lo que es realmente
básico y lo que es meramente cultural. Muchos marxistas dicen que e marxismo
debe realizarse según las diferentes situaciones culturales en que se
encuentra. Estas situaciones están precisamente definidas por lo que Geertz
llama un sistema ideológico. Tenemos que considerar las normas y las imágenes
que proyectan la identidad de un grupo, de la misma manera en que algunos
psicólogos hablan de la imagen corporal. Hay una imagen social del grupo y esta
imagen de identidad es particular de cada grupo.
Tenemos
más dificultades en responder si ya no tenemos en cuenta sólo el concepto
marxista de clases, según el cual un grupo constituye la clase dominante y
expresa ideas rectoras de la nación. Mannheim siempre habla de un estrato
social. Nos deja a nosotros la tarea de identificar qué grupos están obrando en
una sociedad y de qué manera lo hacen. En considerar todas las agrupaciones
sociales sin excluir otros factores determinantes que no sean las clases.
Debemos ser flexibles con el concepto de estrato social; quizá la conexión
entre social y una ideología o utopía es lo que les da unidad a ambas cosas.
Muchos grupos y, en consecuencia, muchas ideologías configuran la totalidad.
Consideremos,
pues, la cuestión de la desocupación. Para mí ésta es una diferencia típica
entre Europa y los Estados Unidos. En Europa, quedarse sin empleo es una
injusticia, pues uno tiene derecho a trabajar. Aquí la desocupación se ve como
un fracaso individual. No se trata de una acusación dirigida contra el sistema,
sino que se trata de un problema personal. El desocupado debe recurrir a la
obra social, lo cual lo hace aun más dependiente del sistema. El fracaso que
significa encontrarse sin empleo está acentuado por esta dependencia. Cada uno
compite con todos los demás. Hasta la manera en que trabajan los estudiantes en
este país es completamente diferente de la manera europea. Este individualismo
que lo penetra todo tiene algunas implicaciones saludables, pero también
implica que si bien todo lo que es manejado por la empresa privada se encuentra
en buenas condiciones, las empresas públicas, como el ferrocarril, sufren
quebrantos. No hay sentido de la propiedad común. Los Estados Unidos tienen pus
algo semejante a una ideología colectiva, aunque sé que quienes viven aquí
tienen más conciencia de las subideologías o subculturas del país.
El
concepto de integración es un supuesto de los otros conceptos principales de
ideología, pero en realidad funciona ideológicamente por obra de estos otros
dos factores. Supongo que la imaginación opera de dos maneras diferentes:
·
Por un lado, la
imaginación puede funcionar para preservar un orden; la función de la
imaginación consiste en poner en escena un proceso de identificación que
refleja ese orden.
·
Por otro lado,
la imaginación puede tener una función destructora y puede también promover un
avance. Su imagen s de producción; se trata de imaginar algo diferente, un
“ningún lugar”.
La
ideología representa el primer tipo de imaginación pus tiene una función de
preservación, de conservación. En cambio, la utopía representa el segundo tipo
de imaginación; es siempre una mirada desde un lugar que no existe. La
ideología está siempre al borde de hacerse patológico porque tiene una función
conservadora tanto en el sentido positivo como en el sentido negativo del
término. La ideología conserva la identidad, pero también aspira a conservar lo
que ya existe y, por lo tanto, es ya una resistencia. Algo se hace ideológico
cuando la función integradora se petrifica, cuando se hace retórica, cuando
prevalecen la esquematización y la racionalización. La ideología opera en la
línea fronteriza entre la función integradora y la resistencia.
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