Artículo de Jaime Prats publicado en El Pais el 26 de mayo de 2013
Joaquín García Roca / MÓNICA TORRES |
Conversar con Joaquín
García Roca sobre su experiencia vital es como embarcarse en un viaje por
etapas. Del activismo social en el (ya no tan) estigmatizado barrio de La Coma
a los tiempos más duros de El Salvador, cuando en 1989 murieron asesinados siete
jesuitas y dos mujeres en la Universidad Centroamericana a manos del ejército.
De los doctorados (en sociología y teología) en Roma en los 70, al año y medio
que estuvo de párroco en Millares —“me mandaron para que ganara en humildad”,
recuerda divertido—. De la desinstitucionalización de los centros de protección
de menores y sus responsabilidades como director técnico de las políticas
sociales de la recién inaugurada autonomía, a su apuesta decidida por el Sur,
que le llevó a dirigir el Centro de Estudios para la Integración Social y
Formación de Inmigrantes.
Todo ello y mucho más
salió a relucir en el homenaje que le tributaron recientemente compañeros y
amigos en Valencia. Fue con ocasión de su 70 aniversario, en un acto en el que
se presentó el libro Brújulas de lo social. Voces para un futuro solidario,
que recoge conversaciones con García Roca y decenas de artículos de otros
tantos compañeros de viaje. Entre ellos, el experto en historia económica Ramir
Reig, el diputado socialista Ramón Jáuregui o el catedrático de Geografía
Humana Joan Romero. “Desde luego que fue emocionante y el afecto está ahí, pero
tienes que hacer un esfuerzo para devolver el afecto de forma que sea un
proyecto colectivo”, explica con su característica modestia en un encuentro que
tiene lugar días más tarde de esta particular celebración de su aniversario.
El título del libro alude
al compromiso de García Roca con los más vulnerables y su “capacidad de
construir esperanzas y articular propuestas que permitan estar de pie aunque estemos
rodeados de escombros”, como recoge el dorso de la obra.
“Primero hay que acertar
en el diagnóstico”, responde cuando se le pregunta por la crisis y sus efectos.
“Es de naturaleza política, económica y social: la democracia ya no es capaz de
gobernar las necesidades básicas ni de garantizar determinados derechos; el
sistema económico está expulsando a la gente del sistema o creando una enorme
brecha de desigualdad y hay una tercera crisis social o cultural que ha creado
un manto de impotencia, de desesperanza y de desconfianza”, relata. “La gente
se siente expulsada, olvidada e impotente”.
“Hay quien se centra en la
economía, o quien cree que la solución vendrá solo por la regeneración
democrática, pero lo que hay que hacer es conjuntar los tres factores”, añade.
Y pone un ejemplo: “Las ONG se dedican a la vía social, son las que acompañan a
la gente, la alivian, pero tienen que descubrir que la participación en
política es esencial así como abordar el aspecto económico”, explica. “El
diagnóstico tiene que pasar por el estudio y el abordaje de los tres factores a
la vez”.
No es fácil afrontar el
nuevo escenario que define la gran recesión que afecta a España. En parte, por
el desánimo que ha calado en la sociedad. “Hay que tener en cuenta que el
empoderamiento de la derecha y la capacidad de los medios de comunicación
tradicionales en crear un miedo atroz han conseguido hacer pensar que el futuro
es una amenaza, mientas que para nosotros, el futuro siempre fue una
esperanza”.
Llegados a este punto,
García Roca remite a su experiencia latinoamericana. “Allí elaboramos un
pensamiento que planteaba que la esperanza es lo más revolucionario que hay, y
que si se pierde la esperanza, lo has perdido todo”. Por eso, es tan peligroso
desactivar las ilusiones de la gente, una circunstancia que corre paralela al
avance de la pobreza, la exclusión y, sobre todo, la desigualdad social.
“Cuando se pierde la esperanza, solo queda el estallido”.
Por ello, el sociólogo
abre puertas a la ilusión. “Frente a la cultura hegemónica del individualismo y
la competitividad, que tiene su reflejo en la privatización de lo publico, por
ejemplo, se está abriendo paso un sustrato muy lento en el que crecen las
actitudes de indignación y de rechazo, que son cualidades morales”, relata. ¿Cómo
se puede transmitir esperanza a la gente que se siente más golpeada por la
recesión? “La esperanza no es un territorio al que se llega ni un futuro
utópico, es un camino, un potencial que nos acompaña. Utopía y decepción están
unidas, son caras de una misma moneda. Cuando se participa en una concentración
contra un desahucio o en una manifestación en defensa del derecho a la
educación pública, ahí está la esperanza”.
“No esperemos grandes
movimientos, sino respuestas locales que irán convergiendo. Tampoco grandes
líderes, ¿dónde está el liderazgo de la protesta sanitaria? En el propio
movimiento”, responde.
García Roca comenta que a
estas alturas de su vida se siente como si estuviera jugando en el tiempo de
prórroga, “pero me consuelo porque en ese momento es cuando se deciden algunos
partidos”, bromea. Quizás se refiera a la cristalización de las respuestas a la
crisis de las que habla. A este sociólogo, que se define como “custodio de la
esperanza”, nadie le va a quitar la ilusión. Ni las ganas de transmitirla.
Artículo de Jaime Prats publicado en El Pais el 26 de mayo de 2013
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