viernes, 9 de agosto de 2013

Resumen Ideología y Utopía Paul Ricoeur Parte 12


Capítulo 16

Mannheim

Es evidente la falta de paralelismo entre ideología y utopía. Ambos fenómenos difieren en su apariencia. Propio de la utopía es el hecho de que desde el principio ello constituye un género literario. Nada semejante existe en lo referente a la ideología. Esto crea una desemejanza y una falta de conexión entre ideología y utopía. La utopía es un género declarado, y no sólo declarado sino escrito, en tanto que la ideología por definición no se declara. Por eso la ideología suele negarse más naturalmente mientras que la utopía se acepta más fácilmente.

Enfocamos la ideología por medio de una crítica, quizá sólo al término de un proceso muy difícil y arduo podemos enfocar la ideología con una actitud más amistosa, como vimos en el caso de Geertz. La ideología pierde sus aristas como proceso de justificación. Nuestra actitud general respecto de la utopía es bastante diferente. La utopía tiene connotación negativa, cuando la nombran los representantes de grupos gobernantes que se sienten amenazados. Para ellos, la utopía es algo imposible e irrealizable, por lo menos dentro del orden que ellos representan. La utopía en su forma literaria suscita una especie de complicidad o connivencia por parte del lector bien dispuesto. El lector se inclina a aceptar la utopía como una hipótesis plausible.

Las utopías (en plural) no expresan fácilmente una significación central de la utopía (en singular). La de Saint Simon pertenece a la tradición de las utopías socialistas; la comparación de temas que persisten en dicha utopía pueden darnos la oportunidad de una nueva discusión con el marxismo y de una renovación del socialismo utópico francés. Consideramos cada tema utópico, cada uno de ellos estalla en direcciones contradictorias. Las utopías se dispersan no sólo en sus proyectos y contenidos sino también en sus intenciones.

La crítica de la ideología es sociológica, en tanto que las utopías son históricas. La principal bibliografía utópica está compuesta por historias de utopías particulares. Hay cierta afinidad entre el género literario y el enfoque histórico. En historia contamos la historia de historias; se trata de una reduplicación de la historia. Cuando hablamos de las utopías de Saint-Simon, Fourier, Owen, Wells, Huxley y Skinner tenemos una lista de autores que tienen a sustituir la sociología por monografías históricas.

En e pensamiento marxista tiende a desaparecer la distinción de utopía e ideología. Tratar de restablecer esta distinción va, si no contra el marxismo en general, por lo menos contra el marxismo ortodoxo. Podemos comprender por qué en el marxismo tiende a desaparecer la distinción entre ideología y utopía. Según vimos, el marxismo tiene dos criterios diferentes para definir a ideología:

1.    Opone la ideología a la praxis y lo que se opone a la praxis es ficción o imaginación. En dicho estadio tanto ideología como la utopía pueden colocarse en el mismo agrupamiento de lo que no es real. Lo irreal abarca ambos conceptos.
2.    Si adoptamos el segundo criterio de ideología y si oponemos la ideología a la ciencia, lo no científico comprende tanto al ideología como la utopía. Engels considera que el socialismo utópico pertenece a la esfera de las ideologías. El marxismo tiene a reducir las utopías a una subclase de ideologías al aplicarles el mismo análisis que aplica a las ideologías. Se afirma entonces que las utopías son emanaciones de cierto estrato social. La explicación de las ideologías y de las utopías es la misma. La monotonía de la explicación reduce el carácter específico del análisis. Y esto es cierto en el caso de Althusser porque para él todo lo precientífico es ideológico. La ideología y la utopía sin meros “ecos”, “reflejos”.

El mérito de Karl Mannheim consiste en haber relacionado ideología y utopía y al mismo tiempo en haber señalado sus diferencias. Este autor nos proporciona un buen instrumento sociológico para tratar las dificultades metodológicas.

El estudio sobre la utopía de Mannheim está presentado en tres pasos; una criteriología de la utopía, y ahora  repetiré brevemente el análisis que hace Mannheim en esta fase. El segundo paso es una tipología que trata de aplicar un método bastante parecido al de los tipos ideales de Max Weber, aunque, como veremos, hay una importante diferencia. En el tercer paso, Mannheim procura interpretar la dirección de los cambio de la utopía, es decir, su dinámica temporal. De manera que las tres contribuciones principales de Mannheim al problema de la utopía son:

1.    Un intento de suministrar un concepto, una hipótesis operante de su indagación.
2.    Un intento de orientarnos en medio de la variedad de utopías procurando superar esa dispersión de las utopías, esa multiplicidad desperdigada con una tipología.
3.    El intento de decir algo sobre el movimiento irreductible de esta tipología.

La idea principal de Mannheim es la de que el proceso general se encamina a una declinación de las utopías y, por lo tanto, a la progresiva desaparición de toda incongruencia con la realidad. La gente está más ajustada a la realidad y este ajuste da muerte a la utopía. En definitiva ésta es la principal cuestión del texto de Mannheim.

Sobre el primer paso del análisis de Mannheim, su criteriología, el rasgo común es lo que él llama incongruencia, una especie de desviación o escisión. Es difícil decir de qué es una desviación la incongruencia; podríamos tal vez decir que es una desviación respecto del estado de la acción y la realidad dentro de las cuales aquélla se produce. El rasgo diferencial de ideología y utopía consiste en el hecho de que la utopía trasciende situaciones, en tanto que la ideología no las trasciende. Dice Mannheim, una utopía destruye un orden dado y sólo cuando comienza a destruir ese orden dado se trata de una utopía. De manera que una utopía está siempre en el proceso de realizarse. La ideología no tiene el problema de v porque es la legitimación del orden existente. La inercia de la ideología crea la discrepancia. El rasgo diferencial de ideología y utopía se manifiesta de dos maneras:

1.    Las ideologías tienen que ver con grupos dominantes, reconfortan el yo colectivo de esos grupos dominantes. Las utopías suelen estar sustentadas por grupos que se hallan en vías de ascenso y, por lo tanto, está generalmente sustentadas por los estratos inferiores de la sociedad.
2.    Las ideologías se dirigen más hacia el pasado y así se ven aquejadas por la condición de lo anticuado, en tanto que las utopías se dirigen más al futuro.

El segundo paso del análisis de Mannheim es una tipología que es sociológica, y lo que resulta metodológicamente interesante es aquí la diferencia entre un enfoque sociológico y un enfoque histórico. Es precisamente el historiador quien hace resaltar la singularidad de los hechos. La tendencia fundamental de la investigación consiste en dirigirse uno, no a la generalización, sino al carácter único de los hechos. La historia no queda absorbida por la sociología hasta el punto de no preservar el concepto de hecho o evento, tema de gran interés para mis propias reflexiones. El género literario coloca los hechos individuales en el curso de la historia. Esto implica que el historiador no pueda ir más allá de los conceptos descriptivos y esta circunstancia, dice Mannheim, pone obstáculos a toda innovación sistemática.

Pero el esfuerzo de Mannheim está enderezado a establecer una sociología de la utopía. Una sociología de la utopía, dice Mannheim, sigue tres categorías metodológicas:

1.    Debe elaborar su concepto, no en el sentido de un concepto individualmente descriptivo, sino en el sentido de una generalización, debe ser un concepto operante. Nosotros no somos pasivos en relación con la experiencia, sino que tratamos de reconstruirla estructuralmente.
2.    Si la primera regla metodológica es estructurar un concepto general, la segunda regla es diferenciar las utopías según los estratos sociales. El problema consiste en relacionar cada forma de utopía con un estrato social y, como veremos, esto no siempre es fácil de hacer. Una utopía es el discurso de un grupo y no una especie de obra literaria que flota en el aire. Esta regla implica que desaparece significativamente la individualidad de los autores pues, si bien dicha individualidad no queda completamente eliminada, es en gran medida minimizada.
3.    La tercer regla metodológica es la de la utopía no sólo constituye una serie de ideas sino también una mentalidad, un Geist, una configuración de factores que penetra toda la gama de ideas y sentimientos. Mannheim habla aquí del “deseo dominante”, algo que puede entenderse como un concepto metodológico. La mentalidad utópica da la experiencia. Este concepto habrá de ser muy importante cuando consideremos lo que Mannheim llama la muerte de la utopía. La muerte de la utopía puede ser también la muerte de un cuadro global de la realidad y esto deja en pie nada más que un enfoque fragmentario de hechos y situaciones.

Karl Mannheim
Estos tres criterios metodológicos (la utopía como concepto estructural, su correlación con un estrato social correspondiente y el deseo dominante) no está muy lejos de los tipos ideales de Max Weber. Mannheim considera fundamental el antagonismo entre las utopías. La ideología tal vez no exista mientras no sufra quebranto una cultura común. Aquí tiene que tenerse en cuenta la idea de una antinomia, de un antagonismo. Para Mannheim cada utopía está definida por la índole de su antagonismo con las demás. La mentalidad utópica tiene una configuración porque es el sistema de la utopía en general lo que da sentido a la oposición entre una determinada utopía y otra. Mannheim da cabida aquí al concepto de contrautopía: algunas utopías pueden ser típicamente antiutópicas sólo porque hay un elemento de contrautopía en cada utopía. El concepto de contrautopía permite a Mannheim caracterizar el conservadurismo como una utopía, lo cual en general es bastante cuestionable. Es esencial que una utopía se oriente respecto de otra.

Este énfasis puesto en la configuración de la utopía prepara el paso de lo que yo denominé tipología de Manhheim a una dinámica. El desplazamiento global del sistema, la general tendencia evolutiva de todo el conjunto es el objeto de esta sección. La manera en que cada utopía trata el sentido del tiempo. En el análisis de Mannheim, se repite el argumento de que cada utopía tiene un particular sentido del tiempo histórico.

La primera utopía que nombra Mannheim no es la de Thomas More. Mannheim comienza considerando a Thomas Münzer, el anabaptista; porque representa la mayor discrepancia entre idea y realidad y al mismo tiempo porque es el caso prototípico en que el sueño utópico está en vías de ser realizado. Para Mannheim el criterio de utopía no queda satisfecho por la simple circunstancia de que algo comience a destruir el orden existente. El quialismo ofrece un punto de partida trascendente a una revolución social basada en motivos religiosos. Podemos observar que la utopía quialiástica pone un límite a la afirmación de Marx de que la religión pertenece necesariamente al terreno de la ideología. Puesto que todas las utopías representan una reducción del inicial abismo que se abre entre idea y realidad.

La segunda razón por la cual Mannheim elige la utopía quialiástica es la de que ésta reúne el ideal con las demandas de un estrato social oprimido. Se trata de la conjunción del predicador y de la rebelión de los campesinos, y esto es lo decisivo. Para Mannheim, aquel movimiento representaba la primera brecha en la aceptación fatalista del poder tal como estaba constituido. Esta es la razón por la cual Mannheim no considera como utópicas Las leyes de Platón y ni siquiera La república. Para Mannheim, éste es el nacimiento por lo menos de la utopía moderna. Y esta consideración excluye a Thomas More del primer plano. La utopía quialiástica suscita contrautopías, que están más o menos enderezadas contra la amenaza del resurgimiento de esta utopía fundamental. Las utopías conservadoras, liberales y hasta socialistas revolucionarias encuentran todas un enemigo común en el anarquismo de la utopía quialiástica. Mannheim insiste precisamente en que la dinámica de esta utopía son “energías orgiástica extáticas”. Mannheim significa con ella un impulso emocional producido por la conjunción ideal y demanda, impulso que se opone a todos los ideales de cultura de la Europa clásica, cuyo ideal principal culmina en el concepto alemán de Bildung (cultura, formación, educación) y tipifica el modelo liberal de utopía. En la utopía quiliástica hay una energía antiliberal, pues no son ideas las que dirigen la historia sino que son las energías liberadas por la irrupción del milenario.

No hay dilación, no hay postergación alguna entre lo inmediato y lo absoluto. S entiende que el reino de Dios está ahora aquí. Hay un tiempo y ese tiempo es el presente. La experiencia del quialista es la opuesta de la del místico que representa un apartarse del tiempo y del espacio. El quialismo reconoce el carácter instantáneo de la promesa frente a la lenta preparación que desarrolla un concepto didáctico de cultura o frente al sentido de lo oportuno que tiene que ver con las condiciones reales expuestas por el pensamiento marxista. Para Mannheim, el desconocimiento de dicha preparación y de la oportunidad es característico de la utopía quialiástica.

La segunda forma utópica que considera Mannheim es la utopía humanitaria liberal. Esta se basa principalmente en la confianza en el poder del pensamiento en cuanto al proceso principalmente en la confianza en el poder del pensamiento en cuanto al proceso educativo y formativo. La utopía está en conflicto con un orden existente, pero lo está en nombre de una idea. Podemos decir que la universidad procede de esta utopía porque se supone que podemos modificar la realidad con mejores conocimientos, con una educación superior, etc. Esta forma es utópica en la medida en que niega, y a veces muy ingenuamente, las fuentes reales del poder, que están en la propiedad, en el dinero, en la violencia y en todas las clases de fuerzas no intelectuales. En este sentido es antiquiliástica, pues habla, no de energías, sino de ideas. Para Mannheim la utopía liberal culmina en el idealismo alemán que refleja esa filosofía de la ilustración. La primera visión está representada por la burguesía que luchaba contra las teocracias y las monarquías y, particularmente después de la Revolución Francesa, contra el retorno de las monarquías a la legitimación teocrática. Una humanidad como ideal de formación, a pesar de que esta idea le falta todo carácter concreto. Esta utopía estuvo presente tanto en la ilustración alemana como en la francesa.

En cuanto al sentido del tiempo en la utopía liberal, aquí la historia es como la vida individual con niñez y madurez, pero sin senectud ni muerte. La idea es la de un crecimiento hacia la madurez. Llegar a ser maduro es el concepto principal; hay una especie de progreso unilineal, de modo que la filosofía del progreso está directamente enderezada contra el sentido del tiempo de la utopía quiliástica. Los símbolos y metáforas que corresponden a esta utopía giran alrededor de la idea de la luz; una iluminación, una ilustración, tema también común en cierto modo a la Reforma y al Renacimiento. La idea es post tenebras lux, después de la tinieblas, la luz; al fin, la luz vence.

La tercera utopía que trata Mannheim es el conservadurismo. Este es más bien una contrautopía, pero, como contrautopía que se ve obligada la legitimarse ante el ataque de las otras, se convierte entonces en una utopía de cierta clase. Como utopía, el conservadurismo desarrolla algunos símbolos fundamentales como el Volksgeist, el espíritu de un pueblo. El pueblo de una comunidad, nación o Estado es como un organismo; los individuos son partes que forman un todo. El crecimiento no puede apresurarse; los hombres deben ser pacientes, pues las cosas se toman su tiempo para cambiar. Hay aquí un sentido de determinación histórica como ocurre en el crecimiento de una planta, y eso es opuesto a las ideas que simplemente flotan. En cuanto al sentido del tiempo del conservadurismo, éste da prioridad al pasado, no al pasado como algo abolido sino a un pasado que nutre el presente al proporcionarle sus raíces. Aquí es importante la tradición.

La cuarta forma utópica que trata Mannheim es la utopía socialista comunista. ¿Cómo podemos llamar utópico al movimiento socialista comunista cuando éste pretende precisamente se antiutópico? Mannheim da dos respuestas. Este movimiento es utópico, a causa de su relación con las otras tres utopías, una relación que no es sólo competitiva, sino sintética. También conserva lo mejor de la tradición del progreso, es decir, las preparaciones temporales, las fases históricas. Hasta la utopía conservadora aporta un elemento: el sentido de la necesidad, el sentido de que no podemos hacer cualquier cosa en cualquier momento, el elemento determinista que está tan extrañamente vinculado con la idea de un salto. Después de la revolución, la tendencia conservadora desempeña otro papel importante en la utopía socialista comunista, puesto que el partido  trata de conservar todas las ventajas obtenidas. Cuando el partido ejerce el poder se vale de todas las estrategias de una utopía conservadora. Es el hecho de que intente reducirlas todas a ideologías.

Mannheim cree que la contribución decisiva de esta utopía es la manera en que ella articula la relación entre lo cercano y lo remoto. La realización del comunismo es lo remoto y representará el fin de la lucha de clases, el fin de la opresión. El futuro está preparado en el presente, pero al mismo tiempo en el futuro habrá más que en el presente. “La idea socialista, en su interacción con los hechos reales, opera no como un principio puramente formal y trascendente que regula los hechos desde el exterior, sino más bien como una tendencia en el interior de la matriz de esta realidad que continuamente se corrige con referencia a ese contexto”. Esta utopía refina la idea de progreso al introducir el concepto de crisis, que estaba más o menos ausente en la utopía liberal, salvo en el caso de Condorcet. En la utopía socialista comunista, “la experiencia histórica llega a ser… un plan realmente estratégico”.

Las cuatro formas constituyen una secuencia temporal. Aquí la idea fundamental de Mannheim es la de que la historia de la utopía constituye una gradual “aproximación a la vida real” y, por lo tanto, una declinación de la utopía. Mannheim procede exactamente como hizo en el caso de la ideología, es decir, pasa de una posición no valorativa a una posición valorativa sobre los méritos de este cambio. A uno le resulta difícil no decidir sobre si esta tendencia de la utopía es una tendencia buena o mala. Porque Mannheim definió la ideología y la utopía como incongruentes con la realidad, su conclusión sobre este punto puede estar predeterminada. Tiene que tomar la eliminación de la incongruencia como algo positivo.

La historia moderna es un movimiento que se aleja cada vez más del quiliasmo. Mannheim cree que el anarquismo radical desapareció del escenario político. Mannheim ve muy claramente la tendencia conservadora del socialismo, la burocratización de la utopía liberal, la tolerancia y el escepticismo crecientes y sobre todo la reducción de todas las utopías a ideologías, recordemos que este último era su propio argumento en el capítulo anterior sobre ideología. Hoy todos saben que están atrapados por una ideología. El marxismo redujo todas las utopías a ideologías, pero Mannheim indica que el propio marxismo sufre la misma erosión.

La general desintegración de las visiones del mundo, la reducción de la filosofía a la sociología. La filosofía es cada vez menos la matriz de perspectivas globales y la sociología, por su parte, sin una perspectiva filosófica que la funde, queda reducida a una interminable indagación fragmentaria.

Mannheim cree que ha desaparecido la categoría de la totalidad y que éste es el carácter principal de nuestra época. En el actual escenario teológico el énfasis puesto en la teología de la palabra está seguido ahora por un intento de reimplantar teologías de la historia. Las teologías de la historia son seguramente un intento de reaccionar contra la desintegración de las perspectivas y de sostener que una vez más hay que hablar de historia atendiendo a la totalidad. Lukács es esa clase de marxista que posee ese sentido de la totalidad, como la poseía Sartre. Para Lukács la totalidad significa no tanto la necesidad del determinismo como la capacidad de situar todos los conflictos dentro de un cuadro total. Mannheim cree que el resultado de esta desaparición es el de reducir todos los hechos, todas las acciones humanas, a funciones de los impulsos humanos. Mannheim ve la historia de cierta actitud práctica y positiva. La gente se ha adaptado a la realidad y por haberse adaptado a ella no tiene ilusiones; pero con la pérdida de las ilusiones los hombres también pierden todo sentido de la dirección. Mannheim ve aquí todas las enfermedades de la sociedad moderna; ya no existe el impulso para trazar cuadros generales.

Hace dos reservas a la aparente falta de tensión del mundo actual; dice que existen aún estratos “cuyas aspiraciones todavía no se han satisfecho”, nos hallamos en un mundo que ya no está en el proceso de hacerse. Tal vez haya sido el triunfo de la utopía liberal lo que inspiró la sociología de Mannheim, si nos es lícito decir que hay una utopía detrás de esta ciencia. La segunda reserva que hace Mannheim es la de ver otro grupo que está insatisfecho, el grupo de los intelectuales. Aquí Mannheim se anticipa a Marcuse y a otros de la Escuela de Frankfurt.

Si halamos ideología a la falsa conciencia de nuestra situación real, podemos imaginar una sociedad sin ideología. Pero no podemos imaginar una sociedad sin utopía porque ella sería una sociedad sin metas. Nuestras distancia respecto de nuestras metas es diferente de la deformación ideológica tocante a la imagen de quienes somos.

La dinámica de la tipología de Mannheim parece vinculada con la utopía del progreso. También existe un aparente lazo con Hegel, porque el tipo conservador de Mannheim viene después del liberal, exactamente como en Hegel. Mannheim parece compartir la idealización romántica del pasado, idealización que fue tan intensa en Alemania. El romanticismo en Francia fue más lírico.

Mannheim considera como una utopía la forma del socialismo estructurada por el marxismo, pero esta forma es utópica sólo por los rasgos que toma de las otras utopías. Yo diría que en su constitución el socialismo marxista no es utópico, salvo en el desarrollo que le dio el joven Marx, donde se trata de la utopía de la persona total, de la integridad de toda la persona. Ésta es la categoría de la totalidad sostenida por Lukács. Existen alternativas de las conclusiones a las que llegó Mannheim; es posible resolver la tensión con que termina su capítulo sobre la utopía. El texto de Mannheim es más críptico de lo que parece a primera vista, pero reconsiderar el concepto de utopía puede desenredar algunos de los problemas que su texto saca a la luz.

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