Capítulo 16
Mannheim
Es
evidente la falta de paralelismo entre ideología y utopía. Ambos fenómenos
difieren en su apariencia. Propio de la utopía es el hecho de que desde el
principio ello constituye un género literario. Nada semejante existe en lo
referente a la ideología. Esto crea una desemejanza y una falta de conexión
entre ideología y utopía. La utopía es un género declarado, y no sólo declarado
sino escrito, en tanto que la ideología por definición no se declara. Por eso
la ideología suele negarse más naturalmente mientras que la utopía se acepta
más fácilmente.
Enfocamos
la ideología por medio de una crítica, quizá sólo al término de un proceso muy
difícil y arduo podemos enfocar la ideología con una actitud más amistosa, como
vimos en el caso de Geertz. La ideología pierde sus aristas como proceso de
justificación. Nuestra actitud general respecto de la utopía es bastante
diferente. La utopía tiene connotación negativa, cuando la nombran los
representantes de grupos gobernantes que se sienten amenazados. Para ellos, la
utopía es algo imposible e irrealizable, por lo menos dentro del orden que
ellos representan. La utopía en su forma literaria suscita una especie de
complicidad o connivencia por parte del lector bien dispuesto. El lector se
inclina a aceptar la utopía como una hipótesis plausible.
Las
utopías (en plural) no expresan fácilmente una significación central de la
utopía (en singular). La de Saint Simon pertenece a la tradición de las utopías
socialistas; la comparación de temas que persisten en dicha utopía pueden
darnos la oportunidad de una nueva discusión con el marxismo y de una
renovación del socialismo utópico francés. Consideramos cada tema utópico, cada
uno de ellos estalla en direcciones contradictorias. Las utopías se dispersan no
sólo en sus proyectos y contenidos sino también en sus intenciones.
La
crítica de la ideología es sociológica, en tanto que las utopías son
históricas. La principal bibliografía utópica está compuesta por historias de
utopías particulares. Hay cierta afinidad entre el género literario y el
enfoque histórico. En historia contamos la historia de historias; se trata de
una reduplicación de la historia. Cuando hablamos de las utopías de
Saint-Simon, Fourier, Owen, Wells, Huxley y Skinner tenemos una lista de
autores que tienen a sustituir la sociología por monografías históricas.
En
e pensamiento marxista tiende a desaparecer la distinción de utopía e
ideología. Tratar de restablecer esta distinción va, si no contra el marxismo
en general, por lo menos contra el marxismo ortodoxo. Podemos comprender por
qué en el marxismo tiende a desaparecer la distinción entre ideología y utopía.
Según vimos, el marxismo tiene dos criterios diferentes para definir a
ideología:
1.
Opone la
ideología a la praxis y lo que se opone a la praxis es ficción o imaginación.
En dicho estadio tanto ideología como la utopía pueden colocarse en el mismo
agrupamiento de lo que no es real. Lo irreal abarca ambos conceptos.
2.
Si adoptamos el
segundo criterio de ideología y si oponemos la ideología a la ciencia, lo no
científico comprende tanto al ideología como la utopía. Engels considera que el
socialismo utópico pertenece a la esfera de las ideologías. El marxismo tiene a
reducir las utopías a una subclase de ideologías al aplicarles el mismo
análisis que aplica a las ideologías. Se afirma entonces que las utopías son
emanaciones de cierto estrato social. La explicación de las ideologías y de las
utopías es la misma. La monotonía de la explicación reduce el carácter
específico del análisis. Y esto es cierto en el caso de Althusser porque para
él todo lo precientífico es ideológico. La ideología y la utopía sin meros
“ecos”, “reflejos”.
El
mérito de Karl Mannheim consiste en haber relacionado ideología y utopía y al
mismo tiempo en haber señalado sus diferencias. Este autor nos proporciona un
buen instrumento sociológico para tratar las dificultades metodológicas.
El
estudio sobre la utopía de Mannheim está presentado en tres pasos; una
criteriología de la utopía, y ahora
repetiré brevemente el análisis que hace Mannheim en esta fase. El
segundo paso es una tipología que trata de aplicar un método bastante parecido
al de los tipos ideales de Max Weber, aunque, como veremos, hay una importante
diferencia. En el tercer paso, Mannheim procura interpretar la dirección de los
cambio de la utopía, es decir, su dinámica temporal. De manera que las tres
contribuciones principales de Mannheim al problema de la utopía son:
1.
Un intento de
suministrar un concepto, una hipótesis operante de su indagación.
2.
Un intento de
orientarnos en medio de la variedad de utopías procurando superar esa
dispersión de las utopías, esa multiplicidad desperdigada con una tipología.
3.
El intento de
decir algo sobre el movimiento irreductible de esta tipología.
La
idea principal de Mannheim es la de que el proceso general se encamina a una
declinación de las utopías y, por lo tanto, a la progresiva desaparición de
toda incongruencia con la realidad. La gente está más ajustada a la realidad y
este ajuste da muerte a la utopía. En definitiva ésta es la principal cuestión
del texto de Mannheim.
Sobre
el primer paso del análisis de Mannheim, su criteriología, el rasgo común es lo
que él llama incongruencia, una especie de desviación o escisión. Es difícil
decir de qué es una desviación la incongruencia; podríamos tal vez decir que es
una desviación respecto del estado de la acción y la realidad dentro de las
cuales aquélla se produce. El rasgo diferencial de ideología y utopía consiste
en el hecho de que la utopía trasciende situaciones, en tanto que la ideología
no las trasciende. Dice Mannheim, una utopía destruye un orden dado y sólo
cuando comienza a destruir ese orden dado se trata de una utopía. De manera que
una utopía está siempre en el proceso de realizarse. La ideología no tiene el
problema de v porque es la legitimación del orden existente. La inercia de la
ideología crea la discrepancia. El rasgo diferencial de ideología y utopía se
manifiesta de dos maneras:
1.
Las ideologías
tienen que ver con grupos dominantes, reconfortan el yo colectivo de esos
grupos dominantes. Las utopías suelen estar sustentadas por grupos que se
hallan en vías de ascenso y, por lo tanto, está generalmente sustentadas por
los estratos inferiores de la sociedad.
2.
Las ideologías
se dirigen más hacia el pasado y así se ven aquejadas por la condición de lo
anticuado, en tanto que las utopías se dirigen más al futuro.
El
segundo paso del análisis de Mannheim es una tipología que es sociológica, y lo
que resulta metodológicamente interesante es aquí la diferencia entre un
enfoque sociológico y un enfoque histórico. Es precisamente el historiador
quien hace resaltar la singularidad de los hechos. La tendencia fundamental de
la investigación consiste en dirigirse uno, no a la generalización, sino al
carácter único de los hechos. La historia no queda absorbida por la sociología
hasta el punto de no preservar el concepto de hecho o evento, tema de gran
interés para mis propias reflexiones. El género literario coloca los hechos
individuales en el curso de la historia. Esto implica que el historiador no
pueda ir más allá de los conceptos descriptivos y esta circunstancia, dice
Mannheim, pone obstáculos a toda innovación sistemática.
Pero
el esfuerzo de Mannheim está enderezado a establecer una sociología de la
utopía. Una sociología de la utopía, dice Mannheim, sigue tres categorías
metodológicas:
1.
Debe elaborar su
concepto, no en el sentido de un concepto individualmente descriptivo, sino en
el sentido de una generalización, debe ser un concepto operante. Nosotros no somos
pasivos en relación con la experiencia, sino que tratamos de reconstruirla
estructuralmente.
2.
Si la primera
regla metodológica es estructurar un concepto general, la segunda regla es
diferenciar las utopías según los estratos sociales. El problema consiste en
relacionar cada forma de utopía con un estrato social y, como veremos, esto no
siempre es fácil de hacer. Una utopía es el discurso de un grupo y no una
especie de obra literaria que flota en el aire. Esta regla implica que
desaparece significativamente la individualidad de los autores pues, si bien
dicha individualidad no queda completamente eliminada, es en gran medida
minimizada.
3.
La tercer regla
metodológica es la de la utopía no sólo constituye una serie de ideas sino
también una mentalidad, un Geist, una
configuración de factores que penetra toda la gama de ideas y sentimientos.
Mannheim habla aquí del “deseo dominante”, algo que puede entenderse como un
concepto metodológico. La mentalidad utópica da la experiencia. Este concepto
habrá de ser muy importante cuando consideremos lo que Mannheim llama la muerte
de la utopía. La muerte de la utopía puede ser también la muerte de un cuadro
global de la realidad y esto deja en pie nada más que un enfoque fragmentario
de hechos y situaciones.
Karl Mannheim |
Estos
tres criterios metodológicos (la utopía como concepto estructural, su
correlación con un estrato social correspondiente y el deseo dominante) no está
muy lejos de los tipos ideales de Max Weber. Mannheim considera fundamental el
antagonismo entre las utopías. La ideología tal vez no exista mientras no sufra
quebranto una cultura común. Aquí tiene que tenerse en cuenta la idea de una
antinomia, de un antagonismo. Para Mannheim cada utopía está definida por la
índole de su antagonismo con las demás. La mentalidad utópica tiene una
configuración porque es el sistema de la utopía en general lo que da sentido a
la oposición entre una determinada utopía y otra. Mannheim da cabida aquí al
concepto de contrautopía: algunas utopías pueden ser típicamente antiutópicas sólo
porque hay un elemento de contrautopía en cada utopía. El concepto de
contrautopía permite a Mannheim caracterizar el conservadurismo como una
utopía, lo cual en general es bastante cuestionable. Es esencial que una utopía
se oriente respecto de otra.
Este
énfasis puesto en la configuración de la utopía prepara el paso de lo que yo
denominé tipología de Manhheim a una dinámica. El desplazamiento global del
sistema, la general tendencia evolutiva de todo el conjunto es el objeto de
esta sección. La manera en que cada utopía trata el sentido del tiempo. En el
análisis de Mannheim, se repite el argumento de que cada utopía tiene un
particular sentido del tiempo histórico.
La
primera utopía que nombra Mannheim no es la de Thomas More. Mannheim comienza
considerando a Thomas Münzer, el anabaptista; porque representa la mayor
discrepancia entre idea y realidad y al mismo tiempo porque es el caso
prototípico en que el sueño utópico está en vías de ser realizado. Para
Mannheim el criterio de utopía no queda satisfecho por la simple circunstancia
de que algo comience a destruir el orden existente. El quialismo ofrece un
punto de partida trascendente a una revolución social basada en motivos
religiosos. Podemos observar que la utopía quialiástica pone un límite a la
afirmación de Marx de que la religión pertenece necesariamente al terreno de la
ideología. Puesto que todas las utopías representan una reducción del inicial
abismo que se abre entre idea y realidad.
La
segunda razón por la cual Mannheim elige la utopía quialiástica es la de que
ésta reúne el ideal con las demandas de un estrato social oprimido. Se trata de
la conjunción del predicador y de la rebelión de los campesinos, y esto es lo
decisivo. Para Mannheim, aquel movimiento representaba la primera brecha en la
aceptación fatalista del poder tal como estaba constituido. Esta es la razón
por la cual Mannheim no considera como utópicas Las leyes de Platón y ni siquiera La república. Para Mannheim, éste es el nacimiento por lo menos de
la utopía moderna. Y esta consideración excluye a Thomas More del primer plano.
La utopía quialiástica suscita contrautopías, que están más o menos enderezadas
contra la amenaza del resurgimiento de esta utopía fundamental. Las utopías
conservadoras, liberales y hasta socialistas revolucionarias encuentran todas
un enemigo común en el anarquismo de la utopía quialiástica. Mannheim insiste
precisamente en que la dinámica de esta utopía son “energías orgiástica
extáticas”. Mannheim significa con ella un impulso emocional producido por la
conjunción ideal y demanda, impulso que se opone a todos los ideales de cultura
de la Europa clásica, cuyo ideal principal culmina en el concepto alemán de
Bildung (cultura, formación, educación) y tipifica el modelo liberal de utopía.
En la utopía quiliástica hay una energía antiliberal, pues no son ideas las que
dirigen la historia sino que son las energías liberadas por la irrupción del
milenario.
No
hay dilación, no hay postergación alguna entre lo inmediato y lo absoluto. S
entiende que el reino de Dios está ahora aquí. Hay un tiempo y ese tiempo es el
presente. La experiencia del quialista es la opuesta de la del místico que
representa un apartarse del tiempo y del espacio. El quialismo reconoce el
carácter instantáneo de la promesa frente a la lenta preparación que desarrolla
un concepto didáctico de cultura o frente al sentido de lo oportuno que tiene
que ver con las condiciones reales expuestas por el pensamiento marxista. Para
Mannheim, el desconocimiento de dicha preparación y de la oportunidad es
característico de la utopía quialiástica.
La
segunda forma utópica que considera Mannheim es la utopía humanitaria liberal.
Esta se basa principalmente en la confianza en el poder del pensamiento en
cuanto al proceso principalmente en la confianza en el poder del pensamiento en
cuanto al proceso educativo y formativo. La utopía está en conflicto con un
orden existente, pero lo está en nombre de una idea. Podemos decir que la
universidad procede de esta utopía porque se supone que podemos modificar la
realidad con mejores conocimientos, con una educación superior, etc. Esta forma
es utópica en la medida en que niega, y a veces muy ingenuamente, las fuentes
reales del poder, que están en la propiedad, en el dinero, en la violencia y en
todas las clases de fuerzas no intelectuales. En este sentido es
antiquiliástica, pues habla, no de energías, sino de ideas. Para Mannheim la
utopía liberal culmina en el idealismo alemán que refleja esa filosofía de la
ilustración. La primera visión está representada por la burguesía que luchaba
contra las teocracias y las monarquías y, particularmente después de la
Revolución Francesa, contra el retorno de las monarquías a la legitimación
teocrática. Una humanidad como ideal de formación, a pesar de que esta idea le
falta todo carácter concreto. Esta utopía estuvo presente tanto en la
ilustración alemana como en la francesa.
En
cuanto al sentido del tiempo en la utopía liberal, aquí la historia es como la
vida individual con niñez y madurez, pero sin senectud ni muerte. La idea es la
de un crecimiento hacia la madurez. Llegar a ser maduro es el concepto
principal; hay una especie de progreso unilineal, de modo que la filosofía del
progreso está directamente enderezada contra el sentido del tiempo de la utopía
quiliástica. Los símbolos y metáforas que corresponden a esta utopía giran
alrededor de la idea de la luz; una iluminación, una ilustración, tema también
común en cierto modo a la Reforma y al Renacimiento. La idea es post tenebras lux, después de la
tinieblas, la luz; al fin, la luz vence.
La
tercera utopía que trata Mannheim es el conservadurismo. Este es más bien una
contrautopía, pero, como contrautopía que se ve obligada la legitimarse ante el
ataque de las otras, se convierte entonces en una utopía de cierta clase. Como
utopía, el conservadurismo desarrolla algunos símbolos fundamentales como el Volksgeist, el espíritu de un pueblo. El
pueblo de una comunidad, nación o Estado es como un organismo; los individuos
son partes que forman un todo. El crecimiento no puede apresurarse; los hombres
deben ser pacientes, pues las cosas se toman su tiempo para cambiar. Hay aquí
un sentido de determinación histórica como ocurre en el crecimiento de una
planta, y eso es opuesto a las ideas que simplemente flotan. En cuanto al
sentido del tiempo del conservadurismo, éste da prioridad al pasado, no al
pasado como algo abolido sino a un pasado que nutre el presente al
proporcionarle sus raíces. Aquí es importante la tradición.
La
cuarta forma utópica que trata Mannheim es la utopía socialista comunista.
¿Cómo podemos llamar utópico al movimiento socialista comunista cuando éste
pretende precisamente se antiutópico? Mannheim da dos respuestas. Este
movimiento es utópico, a causa de su relación con las otras tres utopías, una relación
que no es sólo competitiva, sino sintética. También conserva lo mejor de la
tradición del progreso, es decir, las preparaciones temporales, las fases
históricas. Hasta la utopía conservadora aporta un elemento: el sentido de la
necesidad, el sentido de que no podemos hacer cualquier cosa en cualquier
momento, el elemento determinista que está tan extrañamente vinculado con la
idea de un salto. Después de la revolución, la tendencia conservadora desempeña
otro papel importante en la utopía socialista comunista, puesto que el
partido trata de conservar todas
las ventajas obtenidas. Cuando el partido ejerce el poder se vale de todas las
estrategias de una utopía conservadora. Es el hecho de que intente reducirlas
todas a ideologías.
Mannheim
cree que la contribución decisiva de esta utopía es la manera en que ella
articula la relación entre lo cercano y lo remoto. La realización del comunismo
es lo remoto y representará el fin de la lucha de clases, el fin de la
opresión. El futuro está preparado en el presente, pero al mismo tiempo en el
futuro habrá más que en el presente. “La idea socialista, en su interacción con
los hechos reales, opera no como un principio puramente formal y trascendente
que regula los hechos desde el exterior, sino más bien como una tendencia en el
interior de la matriz de esta realidad que continuamente se corrige con
referencia a ese contexto”. Esta utopía refina la idea de progreso al
introducir el concepto de crisis, que estaba más o menos ausente en la utopía
liberal, salvo en el caso de Condorcet. En la utopía socialista comunista, “la
experiencia histórica llega a ser… un plan realmente estratégico”.
Las
cuatro formas constituyen una secuencia temporal. Aquí la idea fundamental de
Mannheim es la de que la historia de la utopía constituye una gradual
“aproximación a la vida real” y, por lo tanto, una declinación de la utopía.
Mannheim procede exactamente como hizo en el caso de la ideología, es decir,
pasa de una posición no valorativa a una posición valorativa sobre los méritos
de este cambio. A uno le resulta difícil no decidir sobre si esta tendencia de
la utopía es una tendencia buena o mala. Porque Mannheim definió la ideología y
la utopía como incongruentes con la realidad, su conclusión sobre este punto
puede estar predeterminada. Tiene que tomar la eliminación de la incongruencia
como algo positivo.
La
historia moderna es un movimiento que se aleja cada vez más del quiliasmo.
Mannheim cree que el anarquismo radical desapareció del escenario político.
Mannheim ve muy claramente la tendencia conservadora del socialismo, la
burocratización de la utopía liberal, la tolerancia y el escepticismo
crecientes y sobre todo la reducción de todas las utopías a ideologías,
recordemos que este último era su propio argumento en el capítulo anterior
sobre ideología. Hoy todos saben que están atrapados por una ideología. El
marxismo redujo todas las utopías a ideologías, pero Mannheim indica que el
propio marxismo sufre la misma erosión.
La
general desintegración de las visiones del mundo, la reducción de la filosofía
a la sociología. La filosofía es cada vez menos la matriz de perspectivas
globales y la sociología, por su parte, sin una perspectiva filosófica que la
funde, queda reducida a una interminable indagación fragmentaria.
Mannheim
cree que ha desaparecido la categoría de la totalidad y que éste es el carácter
principal de nuestra época. En el actual escenario teológico el énfasis puesto
en la teología de la palabra está seguido ahora por un intento de reimplantar
teologías de la historia. Las teologías de la historia son seguramente un
intento de reaccionar contra la desintegración de las perspectivas y de
sostener que una vez más hay que hablar de historia atendiendo a la totalidad.
Lukács es esa clase de marxista que posee ese sentido de la totalidad, como la
poseía Sartre. Para Lukács la totalidad significa no tanto la necesidad del
determinismo como la capacidad de situar todos los conflictos dentro de un
cuadro total. Mannheim cree que el resultado de esta desaparición es el de
reducir todos los hechos, todas las acciones humanas, a funciones de los
impulsos humanos. Mannheim ve la historia de cierta actitud práctica y
positiva. La gente se ha adaptado a la realidad y por haberse adaptado a ella
no tiene ilusiones; pero con la pérdida de las ilusiones los hombres también
pierden todo sentido de la dirección. Mannheim ve aquí todas las enfermedades
de la sociedad moderna; ya no existe el impulso para trazar cuadros generales.
Hace
dos reservas a la aparente falta de tensión del mundo actual; dice que existen
aún estratos “cuyas aspiraciones todavía no se han satisfecho”, nos hallamos en
un mundo que ya no está en el proceso de hacerse. Tal vez haya sido el triunfo
de la utopía liberal lo que inspiró la sociología de Mannheim, si nos es lícito
decir que hay una utopía detrás de esta ciencia. La segunda reserva que hace
Mannheim es la de ver otro grupo que está insatisfecho, el grupo de los
intelectuales. Aquí Mannheim se anticipa a Marcuse y a otros de la Escuela de
Frankfurt.
Si
halamos ideología a la falsa conciencia de nuestra situación real, podemos
imaginar una sociedad sin ideología. Pero no podemos imaginar una sociedad sin
utopía porque ella sería una sociedad sin metas. Nuestras distancia respecto de
nuestras metas es diferente de la deformación ideológica tocante a la imagen de
quienes somos.
La
dinámica de la tipología de Mannheim parece vinculada con la utopía del
progreso. También existe un aparente lazo con Hegel, porque el tipo conservador
de Mannheim viene después del liberal, exactamente como en Hegel. Mannheim
parece compartir la idealización romántica del pasado, idealización que fue tan
intensa en Alemania. El romanticismo en Francia fue más lírico.
Mannheim
considera como una utopía la forma del socialismo estructurada por el marxismo,
pero esta forma es utópica sólo por los rasgos que toma de las otras utopías.
Yo diría que en su constitución el socialismo marxista no es utópico, salvo en
el desarrollo que le dio el joven Marx, donde se trata de la utopía de la
persona total, de la integridad de toda la persona. Ésta es la categoría de la
totalidad sostenida por Lukács. Existen alternativas de las conclusiones a las
que llegó Mannheim; es posible resolver la tensión con que termina su capítulo
sobre la utopía. El texto de Mannheim es más críptico de lo que parece a
primera vista, pero reconsiderar el concepto de utopía puede desenredar algunos
de los problemas que su texto saca a la luz.
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