EL CAMBISTA, DE QUENTIN MASSYS |
Las técnicas de neuroimagen han abierto una “indiscreta”
pero esclarecedora ventana al funcionamiento del cerebro. Gracias a
una de ellas, la resonancia magnética funcional (RMf), los neurocientíficos
sospechaban que una parte concreta de la corteza prefrontal, la región lateral
derecha, intervenía en el cumplimiento de las normas sociales. Algo
acorde con una importante función de esta región cerebral de ambos hemisferios:
el control ejecutivo, que nos permite, entre otras cosas, controlar y regular
nuestro comportamiento. Pero las pruebas aportadas por la RMf no son
suficientes para asegurar que el cumplimiento de las normas dependa de la
actividad neuronal de esta región. Aclararlo, sin embargo, es importante para
comprender cómo se desarrolla el acatamiento de las normas sociales a lo largo
de la maduración del cerebro y también para entender cómo se altera patológicamente
en algunos trastornos.
Una investigación de la Universidad de Zurich (Suiza) publicada en el último número de «Science» ha
logrado demostrar que, en efecto, la corteza prefrontal lateral del hemisferio
derecho (CPFLd) tiene mucho que “decir” en el cumplimiento de normas, ya sea de
forma voluntaria o inducido por la amenaza de una sanción. Y no sólo lo han
demostrado, sino que han logrado cambiar la forma habitual de respuesta de esta
zona del cerebro estimulando eléctricamente su actividad por medio de una
técnica no invasiva ni dolorosa conocida como estimulación de corriente
directa transcraneal, en la que la corriente se aplica a través de un par de
electrodos recubiertos por esponjas empapadas en suero. Esta técnica se ha
utilizado en el tratamiento de trastornos como la apatía, ya que el
funcionamiento de esta zona de la corteza parece estar alterado en esta
patología.
Christian Ruff y sus colegas de Zurich reclutaron a 63
participantes que durante un juego se transferían dinero entre ellos y recibían
sanciones si la cantidad recibida era demasiado pequeña. Y es que al
final del experimento, se lo iban a canjear por dinero.
Cada participante recibía 25
“unidades monetarias” y uno de ellos, además, 100 unidades extra y decidía
cuántas de éstas iba a compartir con el otro participante asignado al azar. De
las reglas de juego limpio, se espera que esta cantidad adicional se comparta,
pero en la realidad se ha comprobado en este tipo de experimentos que quien la
recibe no da más de la cuarta parte de buena gana, y sólo llega hasta la
equitativa mitad si hay una penalización por “malversación de los fondos
obtenidos sin esfuerzo”. Esta penalización se la puede infligir su oponente,
sisándole parte de sus ahorros si no es lo suficientemente generoso. Incluso
puede optar por castigarle de tal modo que ninguno de los dos reciban ganancia
alguna, con tal de evitar que se embolse la mayor parte de esa cantidad.
Sopesar las consecuencias
Se cree que la CPFLd es precisamente
la que sopesa la conveniencia de "estirarse" más o menos en la
cantidad transferida al otro jugador cuando hay una amenaza por medio valorando
riesgos y beneficios. Y para probarlo los investigadores de Zurich decidieron
manipular la actividad de esta zona del cerebro mediante estimulación de
corriente directa transcraneal. Y lo que vieron fue que cuando aumentaban artificialmente
la actividad en la CPFLd, los participantes en efecto parecían volverse más
generosos y daban más dinero. Sin embargo, cuando se redujo el nivel de
actividad neuronal en la CPFdl, parecían trabajar peor y transfirieron menos
dinero al oponente, aunque con ello corrieran el riesgo de recibir menos
ganancias al final del juego.
Curiosamente, cuando las
transferencias de dinero fueron completamente voluntarias, sin sanciones, los
participantes hicieron lo opuesto, transfiriendo menos dinero cuando la
actividad en su de la corteza prefrontal lateral del hemisferio derecho fue
aumentada artificialmente y más dinero cuando la actividad fue reducida.
Los investigadores también
descubrieron que la simulación de estimulación de esta región cerebral ejerció
efectos más débiles cuando los participantes del estudio jugaron con un
ordenador en vez de con otras personas, lo que sugiriere que el contexto social
parece necesario para que la corteza prefrontal lateral sopese adecuadamente el
cumplimiento de las normas sociales.
Esta investigación podría resultar interesante para abordar algunos
trastornos psiquiátricos y neurológicos, caracterizados por la violación de las
normas sociales. Aunque sin duda, esta técnica que ya se aplica con
fines terapéuticos, no estaría exenta de polémica en un uso así.
Trivializando un poco, podríamos imaginar que más de uno estará encantado de
hacerse con el aparatito en cuestión.
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