sábado, 5 de octubre de 2013

Modifican la obediencia a las normas sociales con estimulación cerebral


EL CAMBISTA, DE QUENTIN MASSYS
Las técnicas de neuroimagen han abierto una “indiscreta” pero esclarecedora ventana al funcionamiento del cerebro. Gracias a una de ellas, la resonancia magnética funcional (RMf), los neurocientíficos sospechaban que una parte concreta de la corteza prefrontal, la región lateral derecha, intervenía en el cumplimiento de las normas sociales. Algo acorde con una importante función de esta región cerebral de ambos hemisferios: el control ejecutivo, que nos permite, entre otras cosas, controlar y regular nuestro comportamiento. Pero las pruebas aportadas por la RMf no son suficientes para asegurar que el cumplimiento de las normas dependa de la actividad neuronal de esta región. Aclararlo, sin embargo, es importante para comprender cómo se desarrolla el acatamiento de las normas sociales a lo largo de la maduración del cerebro y también para entender cómo se altera patológicamente en algunos trastornos.

Una investigación de la Universidad de Zurich (Suiza) publicada en el último número de «Science» ha logrado demostrar que, en efecto, la corteza prefrontal lateral del hemisferio derecho (CPFLd) tiene mucho que “decir” en el cumplimiento de normas, ya sea de forma voluntaria o inducido por la amenaza de una sanción. Y no sólo lo han demostrado, sino que han logrado cambiar la forma habitual de respuesta de esta zona del cerebro estimulando eléctricamente su actividad por medio de una técnica no invasiva ni dolorosa conocida como estimulación de corriente directa transcraneal, en la que la corriente se aplica a través de un par de electrodos recubiertos por esponjas empapadas en suero. Esta técnica se ha utilizado en el tratamiento de trastornos como la apatía, ya que el funcionamiento de esta zona de la corteza parece estar alterado en esta patología.

Christian Ruff y sus colegas de Zurich reclutaron a 63 participantes que durante un juego se transferían dinero entre ellos y recibían sanciones si la cantidad recibida era demasiado pequeña. Y es que al final del experimento, se lo iban a canjear por dinero.

Cada participante recibía 25 “unidades monetarias” y uno de ellos, además, 100 unidades extra y decidía cuántas de éstas iba a compartir con el otro participante asignado al azar. De las reglas de juego limpio, se espera que esta cantidad adicional se comparta, pero en la realidad se ha comprobado en este tipo de experimentos que quien la recibe no da más de la cuarta parte de buena gana, y sólo llega hasta la equitativa mitad si hay una penalización por “malversación de los fondos obtenidos sin esfuerzo”. Esta penalización se la puede infligir su oponente, sisándole parte de sus ahorros si no es lo suficientemente generoso. Incluso puede optar por castigarle de tal modo que ninguno de los dos reciban ganancia alguna, con tal de evitar que se embolse la mayor parte de esa cantidad.

Sopesar las consecuencias

Se cree que la CPFLd es precisamente la que sopesa la conveniencia de "estirarse" más o menos en la cantidad transferida al otro jugador cuando hay una amenaza por medio valorando riesgos y beneficios. Y para probarlo los investigadores de Zurich decidieron manipular la actividad de esta zona del cerebro mediante estimulación de corriente directa transcraneal. Y lo que vieron fue que cuando aumentaban artificialmente la actividad en la CPFLd, los participantes en efecto parecían volverse más generosos y daban más dinero. Sin embargo, cuando se redujo el nivel de actividad neuronal en la CPFdl, parecían trabajar peor y transfirieron menos dinero al oponente, aunque con ello corrieran el riesgo de recibir menos ganancias al final del juego.

Curiosamente, cuando las transferencias de dinero fueron completamente voluntarias, sin sanciones, los participantes hicieron lo opuesto, transfiriendo menos dinero cuando la actividad en su de la corteza prefrontal lateral del hemisferio derecho fue aumentada artificialmente y más dinero cuando la actividad fue reducida.

Los investigadores también descubrieron que la simulación de estimulación de esta región cerebral ejerció efectos más débiles cuando los participantes del estudio jugaron con un ordenador en vez de con otras personas, lo que sugiriere que el contexto social parece necesario para que la corteza prefrontal lateral sopese adecuadamente el cumplimiento de las normas sociales.

Esta investigación podría resultar interesante para abordar algunos trastornos psiquiátricos y neurológicos, caracterizados por la violación de las normas sociales. Aunque sin duda, esta técnica que ya se aplica con fines terapéuticos, no estaría exenta de polémica en un uso así. Trivializando un poco, podríamos imaginar que más de uno estará encantado de hacerse con el aparatito en cuestión. 

Artículo de Pilar Quijada publicado en el ABC el 03 de octubre de 2013


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