En la asignatura de Sociología de la Diversidad del primer cuatrimestre del Grado en Sociología
de la UNED curso 2012/13, el compañero Víctor Riesgo Gómez y yo, realizamos los
resúmenes de los capítulos de la bibliografía obligatoria. Como libro de referencia: Sociodiversidad
y sexualidad (José Antonio Nieto Piñeroba) Derechos reservados, sus
autores.
Tomás Javier Prieto González:
Tema 1 Planteamiento de la sociología de
la diversidad // Tema 2 Acción desviada, conducta desviada y alteridad
// Tema 3 El finiquito de la desviación y de la
conducta desviada // Tema 4 De la desviación y de la diversidad // Tema 6 Sociología de la diversidad // Tema 7 Antropología de la sexualidad y
discursividad // Tema 8 Los guiones sociales. El individuo, el
cuerpo y el transgénero // Tema 9 Notas sueltas sobre sexualidad en la
disctadura, transición y democracia española // Tema 10 Despsiquiatrizar
el transgénero Tema11 El transgénero en las sociedades
polinesias
Víctor
Riesgo Gómez:
Tema 5 Razones que justifican la
diversidad en sociología
Representaciones: sexualidad, sociedad, cultura
La antisexualidad manifiesta
de las instituciones universitarias y, arrastradas por ellas, de las
asociaciones de profesionales de la antropología; fue en 1961, por primera vez,
cuando la American Antropological Associaton incorporó, como tema de debate
público, de forma oficial, la sexualidad a su agenda.
Kluckhohn
Sus escritos
relacionados con la sexualidad son poco conocidos. Permitió al autor formular
el/su punto de vista desde la antropología, en relación al primer tomo de los
informes Kinsey que refiere a la sexualidad del varón norteamericano. Nos
informa de que el interés de la antropología radica en mostrar la variedad
“biológica y “cultural” de la vida humana. Siguiendo los criterios académicos
del momento, Kluckhohn lo que hace es aplicar a la sexualidad las dos primeras
vertientes de las cuatro que conforman la antropología. Kluckhohn, con todo, no
profundiza en las respuestas a las preguntas que se hace y deja al lector con
la duda de en qué consiste la variedad biológica. En las respuestas que siguen,
a medida que el artículo progresa va quedando cada vez más claro que la
variedad a la que alude Kluckhohn está impregnada de tintes culturales y la
biología parece tornarse en algo más impenetrable. Kluckhohn extiende sobre el
largo transcurrir de la historia del ser humano, la cultura, en sus múltiples
formas, envuelve a la biología, como se desprende de a primera de las
formulaciones. Pero también parece que la opacidad cubre la transparencia y la
biología se apodera de la cultura, como sucede en la segunda formulación.
Quiere culturizar la biología, pero esta, a veces, se le impone como rémora,
como lastre indescargable. En realidad, el autor se muestra hermético y
ambivalente. Salvo el estudio comparativo sobre la reproducción humana de Ford
(1945), que Kluckhohn califica de excelente, no hay producción antropológica de
nivel equivalente. Además, las publicaciones antropológicas sobre sexualidad de
finales del SXIX y principios del XX son de nulo interés científico y de
intención pornográfica. Una mejor
calificación parece tener el escrito de Devereux sobre la homosexualidad
institucionalizada de los Mojave. Y con él, los escritos referidos a la
homosexualidad, de Westermarck y los de un antropólogo de expresión no inglesa:
Requena.
La ambivalencia se
manifiesta cuando hace uso de porcentajes, con el fin de establecer una
aproximación cuantitativa que les permita recurrir a hacer comparaciones, sobre
actitudes y conductas sexuales de los navaho, estudiados por él y por Leighton
y Kluckhohn, con el informe de Kinsey. Al forzar de esta manera los principios
antropológicos de descripción cualitativa, lo que consigue es un acercamiento
cuantitativista al hecho sexual o una “aproximación taxonómica” de los navaho.
De forma que la información disponible de algunas conductas sexuales, que el
mismo Kluckhohn expone, no es la más apropiada por su cuantificación y por sus
carencias etnográficas. Las conexiones biológicas-culturales se ordenan, según
Kluckhohn, por medio de la antropología y redundan en puentes unitivos entre el
sexo como fisiología y el sexo como un factor enmarcado por pautas conductuales
integradoras. Resultando, de hecho, un juego equívoco de equivalencias.
Honigmann
Una formulación clara de
lo que es la sexualidad para la antropología la encontramos en Honigmann:
critica el uso que los informes Kinsey hacen del material antropológico, a la
hora de establecer comparaciones con la realidad sexual norteamericana. La
crítica se cierne básicamente en dos puntos:
1.
Las comparaciones se hacen para
demostrar la universalidad de ciertos patrones sexuales, sin que en ningún caso
se tengan en cuenta las diferencias culturales de as sociedades que se
comparan.
2.
Honigmann le parece que los
informes usan fuentes secundarias, de manera que la utilización es
excesivamente receptiva no crítica.
Dado que la aproximación
antropológica al objeto de estudio está alejada del cuantitativismo adoptado
por Kinsey y colaboradores y que las etnografías sobre sexualidad son escasas,
se puede concluir, según Honigmann, que la práctica norteamericana relacionada
con a masturbación, con el coito marital y con el coito fuera del matrimonio,
así como los “contactos homosexuales y los contactos sexuales con animales” no
son probablemente ni más ni menos frecuentes que los que presentan otras sociedades.
Con las comparaciones usadas por Kinsey se nos dice poco.
Las predicciones
desarrolladas en el escrito de Honigmann señalan la posibilidad de que algún
día y de alguna forma las conductas sexuales, gracias a las aportaciones
venideras de la antropología cultural, puedan ser generalizables. En
definitiva, se distancia de los informes Kinsey, por ignorar la cultura, en
general, y las diferencias culturales, en particular, Rechaza los criterios de
universalización.
Para Honigmann el
antropólogo trata de relacionar todos los aspectos y los hechos, las acciones y
las manifestaciones sociales de una comunidad concreta, pero el último no es el
de instituir proposiciones aislada, descolgadas y particularizadas. Por el
contrario. El antropólogo trata de proponer criterios de validez transcultural.
La escasa
etnográfica-descriptiva sobre sexualidad es la que obliga a Honigmann a mostrar
un pobre elenco antropológico de referencias bibliográficas: Pedrals,
Malinowski y Ford y Beach.
Honigmann siguiendo postulados
de la llamada teoría de “cultura y personalidad” intenta hacer más alcanzables
los objetivos de universalización de conductas. Sorprende que Honigmann se
decanta por la vía de pagar tributo antropológico, por ese acompañamiento en su
recorrido a la psicología, cuando esta, al formular sus generalizaciones sobre
las conductas sexuales, apenas se distancia de los conocimientos de sexualidad
que se tienen en la sociedad norteamericana.
A Honigmann la
antropología de la sexualidad le debe reconocer el mérito que supone formular,
en pleno periodo de ostracismo antropológico sexual, unas
hipótesis/predicciones como las de universalidad que no se cumplieron. Años más
tarde a las formulaciones de Honigmann, se llegara a conclusiones no
vislumbradas en sus escritos, como es el caso de tener que admitir que no solo
las conductas sexuales, sino también las propias ciencias que entienden la
sexualidad, la psicología y la antropología, sin ir más lejos, están
condicionadas histórica y culturalmente. Y además, los significados que se dan
a las conductas sexuales, lejos de obviar al individuo, constituyen a este en
actor representativo de sus actos en sociedad.
Trager
Se parte de la base de
que cualquier antropólogo que quiera investigar sobre sexualidad, en general, o
más concretamente, sobre sexualidad de una cultura determinada, se enfrenta a
la ausencia de información y a la renuencia y aversión de las instituciones
académicas a ese tipo de estudios; esas ausencias impiden al antropólogo
extraer de la lectura etnográfica datos de lo que la gente en relación al sexo,
lo que obtiene de esa situación y qué funciones cumple, en relación al conjunto
de la cultura. Trager recurre a una metáfora lingüística.
¿Cómo lo hace?
Estableciendo una guía metodológica que le permite analizar culturalmente la
sexualidad. Según Trager, siguiendo los pasos señalados por la guía, el
antropólogo podrá ordenar y presentar un material “consistente y sistemático”,
para que otros antropólogos puedan llevar a cabo comparaciones sexuales. La
actitud metodológica comparativa adopta la flexibilidad suficiente como para
que los resultados sexuales a obtener refieran a una misma cultura o a culturas
diferentes.
El objetivo de la guía
metodológica de Trager: conseguir la sistematización teórica de los actos y las
funciones sexuales de una o varias
cultura/s o sociedad/es. Las maneras de alcanzar el objetivo también son
transparentes. Por medio de tres niveles que Trager llama “procesos”:
1.
Un primer nivel lo sitúa en el
“contexto” cultural;
2.
el segundo nivel queda
establecido en el “contenido” del sistema cultural;
3.
y un tercer nivel en el
“funcionamiento” de ese mismo sistema.
Esos tres niveles ayudan
a desentrañar las pautas culturales de la sexualidad por medio de un análisis
“procesual”. Una subdivisión posterior permite que los niveles o procesos, una
vez analizados, den lugar a la ordenación de las distintas actividades
sexuales, que quedan enmarcadas en áreas y constituyen un total de nueve.
Trager las llamas “focos” culturales y establece nombres específicos y
concretos para cada una de ellas. Los 9 focos culturales se ramifican en 27
“ámbitos culturales y, en ese desgajamiento continuo, los ámbitos culturales se
transforman en 81 “sistemas culturales”.
Trager muestra el
proceso de elaboración de uno de los 9 focos, concretamente el que llama
“bisexualidad”. Ajustándose, así, al modelo dos sexos/dos géneros que se
desentiende de cualquier tipo de discrepancias no acomodada a los principios y
contenidos de las directrices “modélicas”. Este es, en síntesis, el esquema de
análisis cultural del sexo de Trager.
Porque tanto los
procesos culturales de los distintos niveles de contexto, de contenido y de
funcionamiento, como los llamados focos culturales, ámbitos culturales y
sistemas culturales, no tienen la relevancia que indican las continuas
subdivisiones. Las ramificaciones culturales que se nos muestran, crean, a
medida que se extienden, la falsa sensación de ser generadoras de una
acumulación muy rica en matices, que nacen del fondo de la organización social.
No es así. El sustrato de la ramificación cultural de una organización social
dada, para Trager, no tiene fondo cultural. Sus bases están “fuertemente
encerradas en la naturaleza biológica del ser humana”. El biologismo de Trager
es mucho más radical, con diferencia, que el de Honigmann y el de Kluckhohn.
Trager añade que la biologización de la cultura de la sexualidad se sustenta no
solo en su proposición. La mayor parte de los antropólogos de la época siguen
la misma idea. Es, pues, en la biología, no en la cultura, donde se encuentra
la esencia de la sexualidad. Que en Trager se configura fundamentalmente porque
el ser humano, ante todo, es un mamífero con presencia sexualmente dimórfica.
Es el mamífero de dos sexos lo que le conduce a formular a “bisexualidad” como
foco. Y más, como epicentro de la “cultura”. Sus fundamentos, dice Trager,
radican en a “naturaleza biológica y neurológica del ser humano” y, por
extensión, en la “naturaleza del universo físico”. Apuntala su visión de la sexualidad
de varón y de la mujer, cuando afirma que la actividad cultural (de las
actitudes y conductas sexuales, hay que deducir de sus palabras) de ambos
emerge de esos cimientos “físicos y fisiológicos” que procuran y modelan sus
existencia.
La Barre
Menos radical es la
reflexión teórica de La Barre. La inclinación biologista de este autor es menos
firme que la de Trager. Reconoce y da crédito a unas bases primarias biológicas
pero no se identifica con la sobredeterminación biológica que resalta los instintos.
La representación biológica de tal cuño, para La Barre, es una tentación que
llama “sobreinstintividad”. Y para un humanista, como él mismo se define, no es
de recibo.
La sexualidad de ser
humano, para La Barre, puede taxonomizarse en al menos 10 niveles, que se
reúnen en 3 grupos. Hay una sexualidad primaria, otra secundaria y finalmente
una terciaria o de tercer grado:
1.
la sexualidad primaria es la
básica, la de mayor relevancia, la que da forma y consistencia a las demás. Esa
sexualidad primaria y básica tiene distintos componentes (4) enfundados en la
biología o en la morfología anatómica, son: el sexo celular o cromosómico, el
sexo gonadal, el sexo genital externo y las estructuras de reproducción
accesorias internas; al útero y la próstata. La sexualidad primaria constituye
una representación fuertemente biologizada, que predeterminará la
representación cultural del individuo en sociedad.
2.
La configuración anatómica de
la sexualidad primaria evoluciona con los años, dando lugar a los que La Barre
llama “sexualidad secundaria”. Esta es el resultado de aquella. La sexualidad
primaria en su evolución posibilita la emergencia de la sexualidad secundaria.
Es la aparición en la adolescencia de los rasgos corporales de la
diferenciación masculina y femenina. Hombros anchos del varón, frente a caderas
anchas de la mujer y todo lo demás. En este nivel la biología se somete a un
ligero y superficial contraste cultural. Lo que La Barre no explica es por qué
la biología y, por extensión, la sexualidad primaria y secundaria son
productoras de diversidad. La Barre indica cómo la cultura, por medio de sus
variantes, hace que los mismos rasgos de configuración anatómico-biológica
tengan distintas lecturas en distintas sociedades.
3.
En la llamada sexualidad
terciaria es donde La Barre se inclina por dar más peso a la cultura. Por medio
de la asignación del sexo, del rol de género y de la orientación de género.
Produciéndose, así, que las diferencias culturales de masculinidad y feminidad
sean significativas. Las normas culturales de las conductas sexuales para unas
sociedades o amistosa para otras, al compararse, permiten a La Barre
extrapolarlas a una misma cultura. Pasa, así, de la comparación intercultural a
la comparación intracultural. El factor que introduce aquí, para permitir la
comparación, es el factor “tiempo”; nos quiere proporcionar la posibilidad de
contemplar los cambios históricos de expresión cultural. Podrían hacer de La
Barre un “construccionista social”. Aparte del sentido biológico de algunas de
sus ideas, a través de los ejemplos que utiliza se obtiene la impresión de que
el énfasis impuesto en el factor “tiempo” se desvanece.
El posicionamiento de La
Barre le hace situarse entre dos extremos. En uno sitúa la sobredimensión
biológica de la sexualidad; en el otro, la sobredimensión cultural, propia de
los antropólogos culturales, pronos a los excesos relativistas. Esto para
nuestro antropólogo es un caos. Alejándose de dogmatismos biológicos y de
caóticos relativismos culturales, aboga por un humanismo interpretativo de la
sexualidad. Y así, como humanista que sabe que “siempre hay cambios de estilo y
muchas formas de ser humano”. Haciendo hincapié en las diferencias, no es la
diversidad.
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