En la asignatura de Sociología de la Diversidad del primer cuatrimestre del Grado en Sociología
de la UNED curso 2012/13, el compañero Víctor Riesgo Gómez y yo, realizamos los
resúmenes de los capítulos de la bibliografía obligatoria. Como libro de referencia: Sociodiversidad
y sexualidad (José Antonio Nieto Piñeroba) Derechos reservados, sus
autores.
Tomás Javier Prieto González:
Tema 1 Planteamiento de la sociología de
la diversidad // Tema 2 Acción desviada, conducta desviada y alteridad
// Tema 3 El finiquito de la desviación y de la
conducta desviada // Tema 4 De la desviación y de la diversidad // Tema 6 Sociología de la diversidad // Tema 7 Antropología de la sexualidad y
discursividad // Tema 8 Los guiones sociales. El individuo, el
cuerpo y el transgénero // Tema 9 Notas sueltas sobre sexualidad en la
disctadura, transición y democracia española // Tema 10 Despsiquiatrizar
el transgénero Tema11 El transgénero en las sociedades
polinesias
Víctor
Riesgo Gómez:
Tema 5 Razones que justifican la
diversidad en sociología
II. Reflexiones en torno al resurgir de la antropología de la
sexualidad
Para resurgir se
necesita que lo que resurge hay estado previamente oculto, enterrado. Y, en
este sentido, resurgir es resucitar. Es el caso de la antropología de a
sexualidad.
Antes de este resurgir,
el registro de la sexualidad en antropología se constituía como silencio o, en
menor medida, como la descarga involuntaria e incontrolable del impulso
biológico en cultura. El resurgir de la antropología de la sexualidad
transforma la situación; viene dado fundamentalmente por líneas de pensamiento
propias de la construcción sociocultural de la sexualidad. La construcción
sociocultural de la sexualidad, al propiciar interés por el estudio del hecho sexual,
rompiendo silencios clamorosos o aportaciones esporádicas ha supuesto también
el aumento de las publicaciones en que la base biológica sexual da forma y
contenido a la sexualidad. Se expondrá cómo la sexualidad se forja en sociedad
y en cultura: el pensamiento construccionista y su crítica a aproximación
biológica, que en antropología se presenta en forma biocultural.
De lo que se infiere una
perspectiva menos neutra, natural y objetiva. Y, por otro, una perspectiva más
politizada e (inter)subjetiva de esa misma organización de la sexualidad.
Otra aportación
importante de la antropología construccionista ha sido el estudio del impacto
de la industrialización, modernización, occidentalización y globalización de la
sexualidad en países del suroeste asiático, africanos, caribeños y
latinoamericanos. La antropología construccionista de la sexualidad ha
contribuido a la desestabilización del fijismo conceptual del sexo y del género
favoreciendo la emergencia de la teoría de la performatividad, que enfatiza más
la ambigüedad e indeterminación de los actores sociales que producen los
discursos sexuales, que su significado.
Lo que une a todas ellas
es su posicionamiento no esencialista. El paso de la biología a la cultura. A
mi juicio, es el sostén en que reposan las columnas de la “nueva” sexualidad.
El resurgimiento de la antropología de la sexualidad
Para Lindenbaum, el
hecho en sí del resurgimiento antropológico sexual está cargado de gran
significado. Linderbaum, la “antropología redescubre el sexo”. La autora
manifiesta que los antropólogos se han mostrado desapegados, remisos, apartados
del simbolismo corporal y del estudio de la sexualidad. Así, desinteresados por
la investigación de las conductas sexuales, de la expresión de la sexualidad y
de sus significados en distintos contextos sociales e históricos, los
antropólogos poco pueden hacer para formalizar teorías acerca del desarrollo de
la sexualidad y de la identidad de género. Es en los 80 cuando la antropología
retoma con interés la sexualidad.
Vance propicia, reafirma
y profundiza la afirmación de Lindenbaum. Que Lindenbaum use el término “sexo”
y Vance en su lugar, use el vocablo “sexualidad” no implica gran cosa, el fondo
de la cuestión permanece inalterado. Desde la muerte del “padre” de la antropología
de la sexualidad, Malinowski, hasta el último tercio del SXX, la sexualidad
para la antropología se sitúa en el silencio o en la periferia más apartada de
la disciplina.
La antropología social y
cultural, Para Vance, a partir de 1975 y, con mayor vigor, desde 1990,
distanciándose de posturas deterministas y esencialistas propias de la
biomedicina, adopta interpretaciones innovadoras de la sexualidad. La
formulación de ideas y principios, previamente no contemplados, que enmarcan la
sexualidad desde la perspectiva teórica de la “construcción social”. La
antropología se aparta del “Modelo biomédico de sexualidad”.
Vance opone la
construcción social de la sexualidad al “modelo de influjo cultural”;
representa la versión antropológica del modelo biomédico de sexualidad.
Biología y cultura operan contradictoriamente. En el modelo de influjo cultural
la cultura frecuentemente queda desdibujada, constreñida o determinada por la
biología. De manera que las diferencias culturales y la diversidad sexual quedan
anuladas o registradas en un segundo plano. Ya que la sexualidad resulta
inseparable de la biología, es inherente a ella, la cultura es el símbolo
“inútil”, como la ganga de los minerales, que acompaña a la inmanencia
biológica. Y, así, la sexualidad, queda cegada para la antropología y, al igual
que para la medicina, se inscribe en contenidos a los que se da proyección y
alcance transcultural, universal.
Lo más significativo del
salto del “modelo de influjo cultural” al “Modelo de construcción social y
cultural de sexualidad” se sustancia en dos grandes apartados:
1.
El salto de la biología a la
cultura, a la hora de interpretar la sexualidad circunscrita por la realidad
social.
2.
El salto de la universalidad
comprensiva de la sexualidad a su comprensión particularizada.
Lo primero a su vez,
lleva en sí y envuelve una nueva presentación de los distintos aspectos de la
sexualidad. Lo segundo permite dar mayor relevancia a la particularidad
cultural de sociedades muy concretas. El modelo de construcción social y
cultural sitúa la comprensión de la sexualidad con precisión temporal, en tanto
que en el modelo de influjo cultural puede decirse que el factor tiempo queda
abstraído, al no establecerse, desde la perspectiva temporal, diferencias
sociales y culturales. A esa postura antropológica en que en sus propuestas la
sexualidad resulta invisible, está soterrada y no forma parte de la vida, la
llamé erotofóbica. La reproducción sigue considerándose como centro nuclear, la
denominé erotoliminal. Erotofilia: el registro etnográfico de la diversidad
sexual.
Ese periodo de
erotoliminalidad se caracteriza por dos rasgos fundamentales:
1.
Encerrada en si misma,
arrastrada por la inercia de una sexualidad que se caracteriza por las
ausencias y abstenciones teóricas y etnográficas, en comparación a otras líneas
de desarrollo antropológico.
2.
Mostrando brotes, que, aunque
empapados de biología, anticipan el interés antropológico por el estudio de la
sexualidad y la eclosión de sus significados en distintos contextos sociales:
la sexualidad del sujeto en sociedad y en cultura; la sexualidad desprovista
del determinismo esencialista que la oprime y reduce.
La primera incidiendo en
proyecciones de erotofobia. La segunda empieza a proyectar signos culturales
que pueden interpretarse en clave de iniciación a la erotofilia.
La erotoliminalidad
supone para la antropología imbricarse en un juego de tensiones que permiten,
por un lado, la ocultación y, por otro la manifestación.
·
Ocultan; los escritos
etnográficos y antropológicos que ignoran y silencian, por no ser
“académicamente correcta”, la sexualidad.
·
Manifiestan: los mismos
escritos que en sus páginas, aunque titubeantemente, hacen emerger la
sexualidad.
El titubeo de la
producción antropológica sexual lleva la firma de profesionales de la
disciplina a los que, desde el poder académico, se da poco o nulo
reconocimiento, siendo, de hecho, unos proscritos. Por varias razones:
1.
Las publicaciones de los
artículos se hace en revistas que no reflejan el sentir institucional de la antropología.
2.
No se publican revistas
antropológicas de sexualidad.
3.
En los capítulos de libros
sobre sexualidad, la participación antropológica figura en un segundo plano,
como adenda al núcleo duro biológico.
Frank A. Beach publica Human Sexuality in four Perspectives,
Beach invita a una antropólogo, William H. Davenport, a contribuir con una
capítulo “Sex in Cross-Cultural Perspective”.
Estos ejemplos
evidencian que las reflexiones y las investigaciones sobre sexualidad tienen
lugar en el seno de las diversas especialidades de las ciencias psicológicas,
médicas y biológicas. Ignoran en sus fundamentos de partida que la sexualidad
humana, a diferencia de la sexualidad de las ratas de laboratorio, se ensambla
y adquiere significación por medio de los lenguajes, símbolos y discursos
sociales. Forzando los postulados pudiera decirse que los conceptos de
sexualidad y sociedad, si no son intercambiables, corren y se expresan en
paralelo. La incorporación de los antropólogos, como consortes de los
psicólogos, representa algo parecido a la servidumbre y al canon que la
antropología debe pagar a la psicología, al haber abandonado aquella el estudio
de las conductas sexuales.
Antropologicamente
entendidas, todas las culturas instituyen procesos formales e informales que
troquelan el alcance de lo permitido y, por ende, el ámbito de lo que no se
acopla a lo pautado: la diversidad. Según la sociedad, las tipologías de la
pluralidad sexual, de la diversidad, se aceptarán, proscribirán o se declararán
ilegales. En materia de sexualidad el discurso de la diversidad se encarna en
directrices políticas y sociales, que no constituyen pruebas científicas
irrefutables. Se puede afirmar que son dos los procesos sociales que
intervienen y dan forma a la sexualidad:
1.
Uno remite a la sociedad.
Permite que la sociedad fije los límites de lo que sexualmente es aceptable o
inaceptable. Constituyen procesos “reguladores” que refieren a la ordenación
del deseo, al control corporal de los instintos y a la regulación del orden
simbólico.
2.
El otro, a los individuos, a
los actores sociales. Permite al individuo de una sociedad dad abordar su
propia sexualidad. Son procesos “reactivos”; tienen al individuo como
protagonista.
Según Plummer el “orden
simbólico siempre implica desorden: aparecerán ambigüedades, los fenómenos no
encajarán, surgirá nuevo material que ponga en peligro la pureza del simbolismo
vigente”.
Ambos puntos de vista
reflejan preconcepciones anuladoras del sujeto. Representan ideas de un
discurso formulado verticalmente, de arriba abajo; de un discurso de poder.
Ambos procesos, los reguladores y los reactivos, hay que tenerlos en cuenta
para construir modelos culturales específicos de sexualidades. El científico
dedicado a investigar la sexualidad, como sujeto social que es, también puede
incurrir en dos lógicas procesuales:
1.
Que remite a la aceptación y el
continuismo de prácticas científicas que obvian el constituyente social de la
sexualidad.
2.
Rompe con la continuidad
imperante en un momento dado y crean nuevos paradigmas interpretativos que
remodelan y deconstruyen los fundamentos compresivos de la sexualidad.
El modelo de influjo
cultural es un modelo de rasgos contradictorios. Por un lado, interrumpen el
continuismo de la omisión sexual, por otro, prosiguen con la continuidad, al
permanecer aferrados a la inherencia biológica. Así, por ejemplo, el modelo de
influjo cultural sostendrá, por un lado, que la sexualidad está determinada
biológicamente. Y, por tanto, es un modelo esencialista, en el que las
conductas sexuales están predeterminadas por la biología: la genética, las
hormonas y, por extensión, la anatomía y la fisiología corporal. Los actos
sexuales en este modelo son, ante todo, actos “naturales”. El modelo de influjo
cultural, en forma opuesta a la anterior, expone que en la cultura se asientan
las bases de la motivación o desmotivación sexual de la expresión sexualidad;
que actos, actitudes, conductas y relaciones sexuales se modelan en sociedad
por medio de la cultura y a través de su aprendizaje.
Un ejemplo, que desmiente
la impronta del determinismo biológico y sostiene la diversidad cultural es el
de la homosexualidad. Los actos homosexuales tienen distinta lectura e
interpretación, significados diferentes según la sociedad en que se
manifiesten. Son el resultado de organizaciones sociales diferentes que
facilitan, hacen prescriptiva o restringen la expresión de la homosexualidad.
Hay posturas de permisividad social o de resistencias colectiva a la
restricción que ejerce la sociedad. Los roles homosexuales se ejercen
culturalmente; entre ellos hay diferencias culturales sustanciales que no
permiten ser encuadradas en un mismo marco conceptual; detrás de todo ello, una
organización y una estructura social que hace posible la manifestación sexual,
en su práctica en sociedad, se exprese de una forma u otra. Puede distinguirse:
1.
Relaciones homosexuales
estructuradas por edad.
2.
Relaciones homosexuales
enmarcadas en la transformación del género y de los roles que le caracterizan.
3.
Relaciones homosexuales entre
“iguales”.
El determinismo
biológico que apunta el modelo de influjo cultural queda invalidado en los
ejemplos de homosexualidad que han quedado más arriba indicados. Las conductas
homosexuales no son “fotos fijas”. No se pueden entender las sociedades,
integradas por sujetos con capacidad de autoorganización, en términos
exclusivamente biologistas. El uso y abuso de la biología con fines indeseados
e indeseables no es nuevo. A finales del SXIX. Lombroso afirmaba que el
criminal “nacía”. Su vida, pues, estaba anticipatoriamente predeterminada por
la biología. Pococ científicos, hoy en día, serían capaces de invocar las ideas
de Lombroso. Sin embargo, hay científicos que explican la homosexualidad en
clave determinista y base biologista. Para Weill los homosexuales tiene
desarrolladas las caderas. Para Henry, por el contrario, las tienen poco
desarrolladas. Para Le Vay, los homosexuales muestran un núcleo intersticial
del hipotálamo más pequeño que el de los heterosexuales. Allen y Gorski
sostienen que el conjunto de fibras nerviosas que constituyen la comisura
anterior del cerebro tiene dimensiones más anchas en los homosexuales que en
los heterosexuales; y Hamer no duda en afirmar que la conducta homosexual está
cuasi determinada por los genes.
El determinismo biológico
es una explicación reduccionista de la vida humana en la que las flechas de
causalidad van de los genes a los humanos y de los humanos a la humanidad. Pero
es más que una simple explicación: también es política. La justificación
biológica anule teóricamente la condición sociológica del individuo,
permitiendo en la práctica que las desigualdades sociales vayan en aumento. A
pesar de la falta de apoyo financiero, la contribución antropológica y de otras
ciencias sociales a la sexualidad, desde la construcción social, ha ido en
aumento. A partir de esa fecha paradigmática situada en el inicio de los 90.
Quedan atrás los tiempos en que, según Vance mencionar. En una reunión
internacional de sexología, que el sexo, la sexualidad y el género no están
configurados por la historia y son productos de experiencias sociales, además
de resultar “chocante”, provocaba risitas nerviosas en los oyentes y el
ostracismo social de quien mantenía esa tesis.
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