III.
La Religión como fenómeno social
Partiendo de que el centro
de toda la obra de Durkheim es la cuestión social, al centrarse en el análisis
de la religión, se está ocupando del problema central de toda su obra y, a la
vez, buscándole una solución. Los dos aspectos de la solidaridad social: la
integración y la regulación, quedan reflejados de modo paradigmático en la
religión, la cual suscita, a una misma vez, respeto y amor, distancia y deseo.
Esta dualidad de lo sagrado, que comparte con la moral (entre el deber y el
bien), es un reflejo de la dualidad que afecta a la solidaridad social. Entre
los dos polos no existe enfrentamiento, pero sí jerarquía; es lo que muestra,
mejor que ningún otro fenómeno, la religión.
Se ha presentado a
Durkheim como un autor que ofrece una gran riqueza temática. Sin
embargo,
detrás de esa variedad, encuentra una unidad profunda: el objeto de su obra se
dirige siempre a la actualidad como cuestión a resolver. Hay que resaltar que
la sociología, en su polisémica definición, es señalada como un saber sobre la
actualidad, y en ella (la actualidad) es la crisis de la sociedad europea. Lo
que destaca es la conciencia de vivir en una sociedad en crisis que reclama una
“intervención del saber científico para
superarla”[1]. Los
múltiples problemas pueden ser focalizados desde un punto de vista unitario y
preferente, a partir del cual se aborda todo lo demás: la moral. La religión
surge como campo de preocupaciones sustantivas porque se origina como paradigma
de la moral, que ejemplifica esencialmente clara los aspectos fundamentales de
la vida moral. El problema moral se lee en clave religiosa.
Durkheim |
Desde un punto de vista
individualista, la relación que hay entre el individuo y la sociedad es muy
típica en las teorías de Durkheim. Los hombres no llegan a tener creencias
religiosas razonando que deben existir causas ocultas de los acontecimientos
observados, es más bien que sus creencias religiosas son las que hacen surgir
las mismas ideas de causa y efecto. No es que desaprobemos aquello que es
inmoral, sino que los actos son inmorales porque nosotros los desaprobamos.
Esta “visión invertida es la idea de que
la existencia social precede a la capacidad humana de comunicarse mediante el
lenguaje, un proceso en el que cada individuo sólo participa aprendiendo las
reglas sociales que dan significado a los símbolos” (Campbell 1981:176).
Para Durkheim, la cuestión
religiosa es una problemática actual, en el contexto de la crisis religiosa que
se extiende desde el siglo XVIII
al XX dando paso a la sociedad secularizada. En la sociedad francesa de su
época, la religión no pertenecía al ámbito de lo privado, no era una cuestión
íntima, sino una postura política: ser de izquierda era ser anticlerical; ser
de derechas, católico integrista. Durkheim se preocupará por un tema esencial:
el equivalente laico de la religión: “se
trata de saber si todo lo que hay de esencial en lo religioso puede expresarse
en términos laicos” (Ramos 2007:18). Para él, la religión no ha sido
históricamente una mera ilusión, un artificio, pero, por otro lado, asume que
ha “perdido su papel fundamentador y ha
de ser sustituida”[2].
Se pregunta qué elemento de la religión pudiera ser rescatado, extrapolado a
una sociedad secular. Su respuesta es lo sagrado como espacio de comunicación
social.
El análisis patológico de
la actualidad durkheimiana presta atención a la religión, considerada como
paradigma de la moral. Se estudia la religión primitiva, en busca de la esencia
más pura de la religiosidad. El objeto de investigación es la crisis de los
universos simbólicos en la sociedad moderna y su efecto desintegrador. El
diagnóstico es el de un vacío moral provocado por el declive de los antiguos
ideales para los que aún no se ha encontrado sustituto. El problema moral en
clave religiosa queda formulado que la muerte de los antiguos dioses amenaza
con la desacralización del mundo. Éste no es un problema que Durkheim achaque a
la mentalidad de individuos concretos, sino a la incapacidad que padece el
sistema social mismo para constituir lo sagrado o reproducirlo. La respuesta a
la problemática actual de la crisis religiosa y el avance hacia una sociedad
secularizada pasa por la elaboración de una teoría de la solidaridad social
como base para la reconstrucción de la comunidad socio-moral moderna.
Para Durkheim, que la
religión sea un fenómeno social se muestra en un triple sentido: está en su
origen, en su expresión y en su mantenimiento. La religión se define como un
conjunto de creencias y prácticas que tienen por objeto lo sagrado. A su vez,
lo sagrado queda definido por dos características:
1.
es lo antagónico de lo profano;
2.
lo sagrado no son las cosas sagradas, sino algo intangible que las
habita o se les añade.
Esta similitud se observa
claramente en el totemismo australiano, donde el tótem es a la vez el símbolo
de la divinidad y del clan. Pero, además, la sociedad también presenta dos
ámbitos diferentes y separados, como el de lo sagrado y el de lo profano. Para
Durkheim, esta similitud se explica porque la sociedad es la experiencia que
constituye la ideación de lo sagrado. La ideación de lo sagrado ocurre en la
sociedad, en momentos de especial efervescencia. Pero, a continuación, la
explicación social de lo sagrado da lugar a una explicación sagrada de lo
social. Esta circularidad muestra la inseparabilidad o identificación de los
dos elementos, dando lugar a la tesis principal de Las formas elementales de la vida
religiosa:
lo sagrado es el acto fundante de lo social. Esto quiere decir que la sociedad
sólo puede constituirse como una “sobre-realidad
sagrada” (Ramos 1999:55).
En el ámbito de lo sagrado
del cual forman parte tanto las fuerzas y entidades pensadas como aquello con
lo que se relacionan: rituales, lugares santos, acciones, palabras, mitos y
algunos objetos. Cada religión define su área de lo sagrado. Todo lo que no cae
dentro de ella es lo profano. Como dice Durkheim, “lo que es santo es separado, es decir, separado del mundo profano”
(Giner 2010:219). Por consiguiente, toda religión supone una división del
mundo. Lo que la religión señala como sagrado, si es bueno, es santo; si es
considerado maligno, es malo.
En los medios sociales
emergentes se produce una comunión de los sujetos, antes atomizados,
convirtiéndose en un nosotros y
tomando conciencia de la sociedad como realidad moral superior. Por este acto
se funda la sociedad, que toma la forma de un cosmos de ideales compartidos. La
intención de Durkheim es expresar la sacralidad o carácter religioso de toda
moral en términos laicos y racionales: no negarla, pero tampoco situarla en un
ser trascendente. La secularización no tiene que implicar la desacralización
del mundo, las religiones son expresiones históricas y cambiantes de lo sagrado
que no lo agotan. Durkheim encuentra la concreción de esa secularización de lo
sagrado en el individualismo.
Como hemos podido observar, el objetivo de Durkheim
en Las formas elementales de la vida
religiosa es elaborar una teoría general de la religión a partir de un
análisis de las instituciones religiosas más sencillas y primitivas. Es posible
y “legítimo fundar una teoría de las
religiones superiores sobre el estudio de las formas primitivas de la religión”
(Aron 2004:283). El totemismo revela la esencia de la religión. Es posible
captar la esencia de un fenómeno social analizando sus formas más elementales.
Parece obvio, y desde la distancia en la observación contemporánea, que
Durkheim generaliza injustificadamente acerca de la religión primitiva, y lo
hace a partir de un material limitado que se refiere a algunas formas de
totemismo australiano.
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